Cuando tiene
hambre, la Pilaraña (que es un bicho horrible) silba. Ni abre la
boca, ni le hace ruido la panza ni se le junta saliva entre los
dientes. Silba para despistar. Siempre anda por ahí algún Cascaroso
distraído, de ésos que a la Pilaraña le gustan tanto, y se para a
escuchar cómo la monstrua se silba un tango.
Entonces ella
lo engancha del cuello del saco con una uña y se lo acerca a los
anteojos para estar bien segura de que es un Cascaroso en buen
estado, y se lo come. Sin masticar.
Por suerte,
todos los Cascarosos (grandes y pequeños, raquíticos y obesos,
sabihondos e ingenuos, santafesinos, cordobeses, porteños y de donde
fueran) han hecho el Curso Práctico de Supervivencia en Panza de
Pilaraña.
Una vez tragado
por la Pilaraña, el Cascaroso prende un fósforo mientras cae por el
esófago y ya en la panza abre el manual de bolsillo con las
principales instrucciones:
“1ro. Encender un
fósforo;
2do. Abrir el
manual;
3ro. Leer el
punto 4”.
“Uf”, piensa el
Cascaroso adentro de la panza.
“4to. Tragar
mucho, mucho aire y después soplar, en lo posible, en forma de
estornudo”.
Cascaroso
estornuda, y el fósforo se apaga. Todo es oscuridad y silencio.
Hasta que empieza a oírse un retumbar de cascos de caballos, de
soldados montados, de ejércitos... (Los Cascarosos tienen mucha
imaginación). Pero es la Pilaraña que empieza a reírse por la
cosquilla interior. Y se ríe tanto, tanto, y abre tanto la boca para
reírse que el Cascaroso trepa y salta, y ya está de nuevo en el
mundo, sacudiéndose la ropa y acomodando en su bolsillo el práctico
manual.
Después se
escapa lo bastante lejos como para que no vuelvan a atraparlo así
nomás.
Mientras tanto,
a la Pilaraña se le pasa la risa y se pone a llorar.
Secándose las
lágrimas, camina hasta el kiosco de la esquina y se compra un libro
que se llama: “Cómo ser burlada por un Cascaroso y no sentirse una
pavota”.
Se sienta en un
banco de la plaza y se pone a leer. |