h El Principito g
h Capítulo XXIII g - Buenos días – dijo el principito. - Buenos días – dijo el comerciante. Era un vendedor de píldoras perfeccionadas que apaciguan la sed. Se toma una por semana y no se experimenta más deseos de beber - Por qué vendes eso ? – dijo el principito. - Es una gran economía de tiempo – dijo el vendedor. – Los expertos han hecho cálculos. Se ahorran cincuenta y tres minutos por semana. - Y qué se hace con esos cincuenta y tres minutos ? - Se hace lo que se quiere... "Yo - se dijo el principito – si tuviera cincuenta y tres minutos para ahorrar, caminaría lentamente hacia una fuente..."
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h Capítulo XXIV g Estábamos en el octavo día de mi accidente en el desierto, y había escuchado la historia del vendedor mientras bebía la última gota de mi provisión de agua: - Ah! – le dije al principito -, tus recuerdos son muy lindos, pero todavía no he reparado mi avión, no tengo más nada para beber, y yo también estaría muy contento si pudiera caminar lentamente hacia una fuente! - Mi amigo el zorro... – me dijo. - Hombrecito mío, ya no es más cuestión de zorros ! - Por qué ? - Porque nos vamos a morir de sed... Él no comprendió mis razonamientos, me respondió: - Es bueno haber tenido un amigo, incluso si uno va a morir. Yo me siento muy contento de haber tenido un amigo zorro... No mide el peligro - me dije. - Nunca tiene hambre ni sed. Un poco de sol le alcanza... Pero él me miró y respondió a mi pensamiento: - Yo también tengo sed... busquemos un pozo... Tuve un gesto de cansancio: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha. Después de haber caminado durante horas en silencio, cayó la noche y las estrellas comenzaron a iluminarse. Yo las entreveía como en sueños, al tener un poco de fiebre a causa de mi sed. Las palabras del principito bailaban en mi memoria: - Entonces tú también tienes sed ? – le pregunté. Pero no respondió a mi pregunta. Simplemente me dijo: - El agua puede ser buena también para el corazón... No comprendí su respuesta pero me callé... Ya sabía que no había que interrogarlo. Estaba fatigado y se sentó. Yo me senté a su lado. Y, luego de un silencio, agregó: - Las estrellas son bellas, a causa de una flor que no se ve... Respondí "desde luego" y miré, sin hablar, las ondulaciones de la arena bajo la luna. - El desierto es bello... – agregó. Y era verdad. A mí siempre me gustó el desierto. Uno se sienta sobre una duna de arena. No se ve nada. No se escucha nada. Y sin embargo hay algo que resplandece en el silencio... - Lo que embellece al desierto – dijo el principito – es que esconde un pozo en alguna parte... Me sorprendió comprender de golpe ese misterioso resplandor de la arena. Cuando era niño vivía en una casa antigua, que según la leyenda tenía un tesoro enterrado. Desde luego, nunca nadie pudo descubrirlo ni posiblemente lo haya siquiera buscado, pero encantaba toda aquella casa. Mi casa escondía un secreto en el fondo de su corazón... - Sí – le dije al principito –, se trate de la casa, de las estrellas o del desierto, lo que produce su belleza es invisible ! - Me alegra – dijo – que estés de acuerdo con mi zorro. Como el principito se dormía, lo tomé en mis brazos y seguí viaje. Estaba conmovido. Me parecía llevar un frágil tesoro. Me parecía incluso que no había nada más frágil sobre la Tierra. Miraba a la luz de la luna esa frente pálida, esos ojos cerrados, esos mechones de pelo que ondeaban al viento, y me decía: lo que veo no es más que una corteza. Lo más importante es invisible... Como sus labios entreabiertos esbozaban una sonrisa, me dije también: "Lo que tanto me conmueve de este principito dormido es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llama de una lámpara, incluso cuando duerme..." Y lo sentí más frágil todavía. Hay que proteger bien a las lámparas: una ráfaga de viento puede apagarlas... Y caminando de esa manera, descubrí el pozo al amanecer.
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h Capítulo XXV g Los hombres – dijo el principito – se zambullen en los rápidos pero ya no saben qué es lo que buscan. Entonces se agitan y dan vueltas... Y agregó: - No vale la pena... El pozo que habíamos encontrado no se parecía a los pozos saharianos. Los pozos saharianos son simples agujeros cavados en la arena. Aquél se parecía a un pozo de aldea. Pero no había allí ninguna aldea, y creí soñar. - Es extraño – le dije al principito –, está todo listo: la polea, el balde y la cuerda... Rió, tocó la cuerda, jugó con la polea. Y la polea gimió como gime una vieja veleta cuando el viento estuvo mucho tiempo dormido. - Oyes – dijo el principito -, hemos despertado al pozo y canta... Yo no quería que hiciera un esfuerzo: - Déjame hacer – le dije -, es demasiado pesado para ti. Lentamente icé el cubo hasta el brocal. En mis oídos persistía el canto de la polea, y en el agua que continuaba temblando veía temblar el sol. - Tengo sed de esta agua – dijo el principito -, dame de beber... Y comprendí qué es lo que él había buscado ! Levanté el cubo hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era agradable como una fiesta. Esa agua era más que un simple alimento. Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo. Cuando yo era niño, la luz del árbol de Navidad, la música de la misa de medianoche, la dulzura de las sonrisas, hacían el aura del regalo de Navidad que recibía. - Los hombres acá – dijo el principito -, cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín... y no encuentran lo que buscan. - No lo encuentran – respondí. - Y mientras tanto, lo que buscan podría encontrarse en una sola rosa o en un poco de agua... - Seguro– respondí. Y el principito agregó: - Pero los ojos son ciegos. Es necesario buscar con el corazón. Había bebido y respiraba bien. La arena, al amanecer, tiene el color de la miel. Me sentía contento también por ese color de miel. Por qué habría de tener pena ... - Debes cumplir tu promesa – me dijo dulcemente el principito, que se había sentado de nuevo a mi lado. - Cuál promesa ? - Ya sabes... un bozal para mi oveja... soy responsable de aquella flor ! Saqué del bolsillo mis bocetos. El principito los vio y dijo riendo: - Tus baobabs, se parecen un poco a los coles ... - Oh! Y yo que estaba tan orgulloso de los baobabs ! - Tu zorro... sus orejas... parecen más bien cuernos... y son demasiado largas ! Y volvió a reírse. - Eres injusto, hombrecito, yo no sabía dibujar más que las boas cerradas y las boas abiertas. - Oh! ya va a salir – dijo –, los niños saben. Dibujé entonces un bozal. Y se me encogió el corazón cuando se lo di: - Tienes proyectos que desconozco... Pero no me respondió. Me dijo. - Sabes, mi caída en la Tierra... mañana será el aniversario ... Y después de un silencio agregó: - Había caído muy cerca de aquí... Y se sonrojó. Y de nuevo, sin comprender por qué, sentí un extraño desasosiego. Se me ocurrió una pregunta: - Entonces no es una casualidad que la mañana en que te conocí, hace ocho días, deambulabas así, solo, a mil millas de todas las regiones habitadas ! Volvías al lugar de tu caída ? El principito se sonrojó de nuevo. Y agregué, vacilando : - A causa, quizá, del aniversario ?... El principito volvió a sonrojarse. Él nunca respondía a las preguntas, pero cuando uno se sonroja significa que "sí", no es cierto ? - Ah! – le dije -, tengo miedo... Pero él me respondió: - Ahora debes trabajar. Debes volver con tu máquina. Te espero acá, regresa mañana al atardecer... Pero yo no estaba tranquilo. Me acordaba del zorro. Se corre peligro de llorar un poco si uno se dejó domesticar...
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h Capítulo XXVI g
Al lado del pozo había una vieja pared de piedra en ruinas. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente por la tarde, vi de lejos a mi principito sentado allá arriba, con las piernas colgando. Y oí que hablaba: - Entonces no te acuerdas ? – decía. – No es exactamente acá ! Indudablemente le respondió otra voz, ya que replicó: - Sí! Sí! efectivamente es el día, pero no es éste el lugar... Yo proseguí mi marcha hacia el muro. Seguía sin ver ni oír a nadie. Sin embargo el principito replicó de nuevo: - ... Desde luego. Tu verás dónde comienza mi huella en la arena. No tienes más que esperarme. Estaré allí esta noche. Estaba a veinte metros del muro y seguía sin ver nada. El principito siguió diciendo, después de un silencio: - Tienes buen veneno? Estás segura de no hacerme sufrir mucho tiempo? Me detuve con el corazón en un puño, pero seguía sin comprender. - Ahora vete... – dijo –, me quiero bajar ! Entonces yo también bajé la mirada hacia el pie del muro, y pegué un salto ! Ella estaba allí, erguida hacia el principito, una de esas serpientes amarillas que lo ejecutan a uno en treinta segundos. Mientras hurgaba en el bolsillo para sacar mi revólver comencé a correr, pero con el ruido que hice la serpiente se dejó deslizar suavemente por la arena, como un chorro de agua que se extingue, y sin apurarse demasiado se escabulló entre las piedras con un leve sonido metálico Llegué al muro justo a tiempo para recibir en los brazos a mi pequeño príncipe, pálido como la nieve. - Qué historia es ésta ! Ahora hablas con las serpientes ! Le había aflojado su eterna bufanda dorada. Le había mojado las sienes y le había dado de beber. Y ahora no me atrevía a preguntarle más nada. Él me miró seriamente y me rodeó el cuello con sus brazos. Sentía latir su corazón como el de un ave que muere por un disparo de carabina. Me dijo: - Estoy contento de que hayas encontrado lo que fallaba en tu máquina. Vas a poder regresar a tu casa... - Cómo lo sabes ! Venía justamente a anunciarle que, contra toda esperanza, había logrado terminar mi trabajo ! No respondió a mi pregunta pero agregó: - Yo también hoy regreso a mi casa. Luego, melancólico: - Es muy lejos... es más difícil... Yo sentía que estaba sucediendo algo extraordinario. Lo apreté entre mis brazos como un niño, y sin embargo me parecía que se deslizaba verticalmente hacia un abismo sin que pudiera hacer nada para retenerlo... Tenía la mirada adusta, perdida muy lejos: - Tengo tu cordero. Y tengo la caja para el cordero. Y tengo el bozal... Y sonrió con melancolía. Esperé largo rato. Sentía que se reanimaba poco a poco: - Pequeño buen hombre , has tenido miedo... Había tenido miedo, sin duda ! Pero rió dulcemente: - Tendré mucho más miedo esta noche... Nuevamente me sentí helado por el sentimiento de lo irreparable. Y comprendí que no soportaba la idea de no escuchar jamás esa risa, que era para mí como una fuente en el desierto. - Hombrecito, quiero todavía escucharte reír ... Pero él me dijo: Esta noche se cumplirá un año. Mi estrella se encontrará justo encima del lugar donde caí el año pasado... - Hombrecito, dime que esa historia de serpiente y de cita y de estrella es un mal sueño... Pero no me respondió. Me dijo: - Lo que es importante, no se puede ver... - Desde luego... - Es como con la flor. Si amas a una flor que está en una estrella, es placentero mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están floridas. - Seguro ... - Es como con el agua. Aquella que tu me has dado a beber, era como una música, a causa de la polea y de la cuerda... recuerdas... era deliciosa. - Seguro... - Tu mirarás de noche las estrellas. La mía es demasiado pequeña para que te muestre dónde se encuentra. Es mejor así. Mi estrella será para ti una de las tantas estrellas. Entonces, te gustará mirar a todas las estrellas. Todas serán tus amigas. Y además voy a hacerte un regalo... Volvió a reír. - Ah! hombrecito, hombrecito, me gusta escuchar esa risa ! - Justamente ése será mi regalo... será como con el agua... - Qué quieres decir ? - La gente tiene estrellas que no son las mismas. Para quienes viajan, las estrellas son guías. Para otros no son más que pequeñas luces. Para otros que son sabios, ellas son problemas. Para mi hombre de negocios significaban oro. Pero todas esas estrellas son mudas. Tú tendrás estrellas como no tiene nadie... - Qué quieres decir ? - Cuando mires el cielo por la noche, ya que yo estaré en una de ellas, ya que yo reiré en una de ellas, entonces eso será para ti como si rieran todas las estrellas. Tú tendrás estrellas que saben reír ! Y volvió a reír. - Y cuando te hayas consolado (siempre se encuentra consuelo) estarás contento de haberme conocido. Serás siempre mi amigo. Tendrás deseos de reír conmigo. Y abrirás de vez en cuando tu ventana, así, por placer... Y tus amigos se sorprenderán de verte reír al mirar el cielo. Entonces les dirás: "Sí, las estrellas siempre me hacen reír !" Y ellos te creerán loco. Te habré jugado una muy mala pasada... Y volvió a reír. - Será como si te hubiese dado, en vez de estrellas, montones de pequeños cascabeles que saben reír...
Y volvió a reír. Después volvió a ponerse serio: - Esta noche... sabes... no vengas. - No te abandonaré. - Podrá parecer que sufro... podrá parecer que me muero. Es eso. No lo vengas a ver, no vale la pena. - No te abandonaré. Pero estaba inquieto . - Te lo digo... es también por la serpiente, que no debe morderte... Las serpientes son malas, pueden morder por placer. - No te dejaré. Pero algo lo tranquilizó - Es cierto que no tienen más veneno para la segunda picadura... Aquella noche no lo vi marcharse. Se había escapado silenciosamente. Cuando logré alcanzarlo caminaba decidido, con paso rápido. Sólo me dijo: - Ah! estás aquí... Y me tomó de la mano. Pero siguió mortificándose: - Has hecho mal; vas a sufrir. Parecerá que me muero y no será cierto... Yo no decía nada. - Tú comprendes. Es demasiado lejos. No puedo llevarme este cuerpo, es demasiado pesado. Yo me callaba . Pero será como una vieja corteza abandonada. No tienen nada de triste las cáscaras abandonadas... Yo no decía nada. Se desanimó un poco. Pero hizo todavía un esfuerzo: - Será simpático, sabes. Yo también miraré las estrellas. Todas las estrellas serán pozos con una polea oxidada. Todas las estrellas me darán de beber... Yo no decía nada. - Será tan divertido ! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles, yo tendré quinientos millones de fuentes... Y se calló también, porque estaba llorando... Es ahí. Déjame que dé un paso yo solo. Y se sentó porque tenía miedo. Agregó: - Tú sabes... mi flor... soy responsable de ella ! Y es tan débil ! Y es tan ingenua. Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse del mundo... Yo me senté porque ya no podía mantenerme parado. Dijo: - Bueno... es todo... Titubeó todavía un poco, luego se levantó. Hizo un paso. Yo no podía moverme. No hubo más que un relámpago amarillo cerca de su tobillo. Permaneció un instante inmóvil. No gritó. Cayó suavemente como cae un árbol. Ni siquiera hizo ruido, a causa de la arena.
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h Capítulo XXVII g Y ahora, por cierto, ya pasaron seis años... Nunca he contado esta historia todavía. Los camaradas que me volvieron a ver se pusieron muy contentos de encontrarme vivo. Yo estaba triste pero les decía: es el cansancio... Ahora me he consolado un poco. Es decir... no totalmente. Pero sé que él regresó a su planeta, porque cuando salió el sol no encontré su cuerpo. No era un cuerpo tan pesado... Y me gusta por la noche escuchar a las estrellas. Son como quinientos millones de cascabeles... Pero he aquí que sucede algo extraordinario. Al bozal que le dibujé al principito, me olvidé de agregarle la correa de cuero ! Nunca habrá podido colocárselo al cordero. Entonces me pregunto: "Qué es lo que sucedió en su planeta ? Posiblemente el cordero se haya comido la flor..." A veces me digo: "Seguramente que no ! El principito encierra su flor todas las noches bajo su globo de vidrio y vigila bien a su cordero..." Entonces me pongo contento. Y todas las estrellas ríen dulcemente. Otras veces me digo: "Uno puede distraerse en cualquier momento, y con eso basta ! Se olvidó alguna vez el globo de vidrio, o bien el cordero salió sin hacer ruido durante la noche..." Entonces los cascabeles se convierten todos en lágrimas !... Ése es un gran misterio. Tanto para ustedes que aman también al principito como para mí, nada en el universo es parecido si en alguna parte, no se sabe dónde, un cordero que no conocemos ha comido o no una rosa... Miren el cielo. Pregúntense: el cordero se comió o no a la flor ? Y verán como cambia todo... Y ningún adulto comprenderá jamás la importancia que esto tiene !
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Éste es para mí el más bello y el más triste paisaje del mundo. Es el mismo paisaje de la página anterior, pero lo dibujé una vez más para mostrárselos bien. Es acá que el principito apareció en la tierra, y luego desapareció. Miren con atención este paisaje para estar seguros de reconocerlo, si viajan algún día por el desierto de África. Y si llegan a pasar por allí, les suplico que no se apuren y que esperen un poco, justo bajo la estrella ! Si entonces un niño viene a ustedes, si ríe, si tiene cabellos de oro, si no responde cuando se lo interroga, podrán adivinar de quién se trata. Entonces, sean amables! No me dejen tan triste: escríbanme pronto, que él volvió…
Traducción: Viviana Elda Benítez
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