h El Principito g
h Capítulo VII g El quinto día, siempre gracias al cordero, me fue revelado este secreto de la vida del principito. Me preguntó con brusquedad, sin preámbulos, como el fruto de un problema meditado mucho tiempo en silencio.
Yo no lo sabía. Estaba entonces muy ocupado en destornillar un perno demasiado apretado de mi motor. Estaba muy inquieto porque mi accidente comenzaba a parecerme muy grave y el agua para beber que se agotaba, me hacía temer lo peor.
El Principito no renunciaba jamás a una pregunta, una vez que la había formulado. Yo estaba irritado por mi perno y respondí cualquier cosa:
Pero luego de un silencio me lanzó como una especie de rencor:
Yo no respondí nada. En ese instante me dije: “Si este perno resiste todavía, lo haré saltar de un golpe de martillo” El principito perturbó de nuevo mis reflexiones:
Me miró estupefacto.
Me veía, con el martillo en la mano y los dedos negros de grasa, inclinado sobre un objeto que le parecía muy feo.
Eso me dio un poco de vergüenza. Pero, implacable, agregó:
Estaba realmente muy irritado. Agitaba al viento sus cabellos dorados:
El principito estaba ahora pálido de cólera.
Enrojeció, luego prosiguió:
No pudo decir nada más. Estalló bruscamente en sollozos. La noche caía. Yo había soltado mis herramientas. Me burlé bien de mi martillo, de mi perno, de la sed y de la muerte. Había en una estrella, un planeta, el mío, la Tierra, un principito para consolar ! Lo tomé entre mis brazos y lo acuné. Le dije: "La flor que amas no está en peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero... Te dibujaré una armadura para tu flor... Te..." No sabía qué más decir. Me sentí muy desgraciado. No sabía cómo alcanzarlo, dónde encontrarlo... Es realmente misterioso el país de las lágrimas.
|
h Capítulo VIII g
Aprendí rápidamente a conocer mejor a esa flor. Siempre había habido sobre el planeta del Principito, flores muy simples, adornadas de una sola fila de pétalos, y que ocupaban poco lugar y que no molestaban a nadie. Aparecían una mañana en la hierba y luego se apagaban al atardecer. Pero aquella había germinado un día de una semilla traída de no se donde, y el Principito había vigilado de muy de cerca, esa ramita que no se parecía a las otras podía ser un género nuevo de baobab. Pero el arbusto cesó de crecer y comenzó a preparar una flor. El principito, que asistía a la instalación de un capullo enorme, sentía que de allí surgiría una aparición milagrosa, pero la flor no terminaba de prepararse para estar bella, al abrigo de su habitación verde. Elegía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente, ajustaba sus pétalos uno por uno. No quería salir toda arrugada como las amapolas. No quería aparecer sino en pleno resplandor de su belleza. Y sí !. Era muy coqueta ! Su aseo misterioso había entonces durado días y días. Y he aquí que una mañana, justo a la hora de la salida del sol ella se mostró. Ella, que había trabajado con tanta precisión, dijo bostezando:
El principito no pudo, entonces, contener su admiración:
El Principito adivinó bien que ella no era demasiado modesta, pero sí conmovedora !
El Principito, todo confuso, buscó una regadera de agua fresca atendió a la flor. Así ella lo había atormentado bien rápido, por su vanidad un poco sombría. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas ella le dijo: -
- - Yo no soy una hierba. Respondió dulcemente la flor. - - Perdóneme - - Yo no le temo en absoluto a los tigres, pero tengo miedo a las corrientes de aire. No tendría usted un biombo? - “Miedo a las corrientes de aire… no es muy afortunado, para una planta, había observado el principito. Esta flor es bien complicada” - A la tarde, usted me pondrá bajo un globo. Hace mucho frío en este lugar. Está mal acondicionado. Allá, de donde vengo... Pero se interrumpió. Ella había venido en forma de semilla. No había podido conocer nada de los otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender para preparar una mentira todavía tonta, tosió dos o tres veces, para hacer sentir en falta al principito:
Entonces ella, forzó su tos, para infligirle cuando menos los remordimientos Así, el Principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, había dudado rápido de ella. Tomó en serio las palabras sin importancia y se sintió muy desgraciado. "No debí haberla escuchado -me confió un día-, no hay que escuchar nunca a las flores. Hay que mirarlas y olerlas. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no sabía disfrutarla. Esa historia de garras, que me había irritado tanto ,me hizo estremecer ..." Él me confió todavía: "No supe entonces comprender nada ! Debí haberla juzgado por los actos y no por las palabras. Me perfumaba y me iluminaba. Nunca debí escaparme ! Debí haber adivinado su ternura detrás de sus pobres artimañas. Las flores son tan contradictorias ! Pero yo era demasiado joven para saber amar"
|
h Capítulo IX g
Yo creo que él aprovechó por su evasión, de una migración de pájaros salvajes. En la mañana de la partida puso su planeta en orden. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad. Poseía dos volcanes en actividad. Y eso era bien cómodo para calentar el desayuno. Poseía también un volcán apagado, pero como él decía: “No se sabe jamás!” Deshollinó pues igualmente el volcán apagado. Si están bien deshollinados, los volcanes arden dulcemente y regularmente, sin erupción. Las erupciones volcánicas son como los fuegos de chimenea. Evidentemente sobre nuestra tierra somos demasiado pequeños para deshollinar nuestros volcanes. Es por ello que nos causan un montón de problemas.
El principito arrancó también, con un poco de melancolía, los últimos brotes de baobabs. Creía que nunca más iba a volver. Pero aquella mañana, todos esos trabajos familiares le parecieron extremadamente agradables. Y, cuando roció por última vez la flor y se preparó a ponerla al abrigo, bajo su globo, descubrió que tenía ganas de llorar.
La flor tosió. Pero no era a causa de su resfrío.
Él se sorprendió por la ausencia de reproches. Se quedó ahí desconcertado, con el globo en el aire. No comprendía esa calma dulzura.
Y mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego agregó:
Porque no quería que la viera llorar. Era una flor realmente orgullosa...
Traducción: Viviana Elda Benítez
|
No dejes de recorrer en este sitio: CONTENIDOS * SALA DE LECTURA * SALA DE TRABAJO * AUTORES * CONCURSOS LITERARIOS * PUBLICACIONES *RESEÑAS * LEYENDAS * TRABALENGUAS CUENTOS * POESÍAS * TRADICIÓN ORAL * ADIVINANZAS * REFRANES * FÁBULAS *COLMOS *TABLÓN DE ANUNCIOS * NOVEDADES EDITORIALES * REPORTAJES |