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En blanco y negro (Un cuento para
niños pequeños)
La abuela Clementina vivía en una casa muy blanca con techo gris.
La casa era así porque en esa época todavía no se habían inventado los
colores y el mundo era todo blanco, todo negro y un poco gris.
A Clementina le gustaba mucho tejer, tejía y tejía, todo el tiempo:
hacía pulóveres blancos para su nieta Natalia, y gorros grises para su
nieto Damián. Mantas muy blancas para el vecino de enfrente y gorros
negros para el vecino de atrás.
Todas las tardes se sentaba a tejer delante de la tele mientras miraba
la telenovela de las tres.
Era muy distraída y además usaba anteojos porque no veía muy bien así
que cuando algunas veces dejaba el tejido y se iba a cocinar, a su
regreso no lo podía encontrar.
– ¿Dónde esta el gorro gris que estaba haciendo? Se preguntaba pero como
nadie le contestaba no tenía mas remedio que ponerse a buscar.
Buscaba y buscaba por toda la casa, miraba sobre la alfombra negra, y
sobre la cama blanca, revisaba debajo de la mesa blanca y arriba del
ropero negro, y luego daba vueltas por toda la casa y a veces recorría
también la plaza de enfrente, repleta de árboles y pastos grises, porque
ya se sabe, que cuando no se encuentran las cosas en los lugares en los
que deben estar, hay que tratar de encontrarlas dónde jamás estarán.
–Me cansé– decía siempre y justo en ese momento el tejido aparecía:
había dejado el gorro gris sobre el sillón gris. –Al fin!!! –decía la
abuela aliviada, –ahora si podré terminar este gorro.
Pero al día siguiente vuelta a empezar: ¡el tejido se volvía a perder!
¿Donde estarán los guantes negros que empecé ayer? Decía la abuela y
después de mucho buscar los veía sobre la alfombra negra.
Una tarde Clementina se puso a tejer una bufanda muy linda, muy larga, y
muy blanca.
Estaba tejiendo cuando sonó el timbre. La abuela se levantó para ver
quien era.
Soy Pepe Clementina, el vecino nuevo, vine porque me gustaría que me
haga un gorro abrigado para el frío.
Como no.. . dijo la abuela. primero termino la bufanda y después le
hago le gorro
Gracias Clementina, hasta luego dijo Pepe y después se fue.
Clementina volvió al sillón para seguir tejiendo la bufanda pero... no
la encontró. Buscó y buscó pero la bufanda blanca no apareció.
¡Ufa! ¡Se terminó! dijo
Entonces buscó un libro muy gordo que tenía encima del ropero, lo abrió
y empezó a leerlo. A ver que dice.. . ¡Que bien, hay recetas para
inventar los colores! ¡eso voy a hacer!
Sin pensarlo dos veces salió a buscar las flores blancas que crecen en
el fondo del jardín, cortó algunas y las puso en una olla muy grande con
agua, revolvió un rato largo sobre el fuego. Parecía una sopa.
Después llevó uno por uno todos los ovillos de lana blanca al jardín.
Tomó la olla para tirar la mezcla sobre la lana pero justo cuando salía
tropezó con una piedra y se cayó. La sopa se volcó sobre el césped que
quedó todo de color verde, tan verde como.. . como.. . ¡Como el césped!
¡Que lindo! dijeron todos cuando vieron la hierba de ese color.
Pero la lana siguió blanca, tan blanca como la nieve.
Voy a probar con otra receta dijo la abuela.
Y esta vez junto un montón de hojitas secas, las puso sobre la mesa y
las aplastó hasta que se convirtieron en un polvito, puso todo en un
frasco y salió de nuevo al jardín.
Justo cuando iba a echar el polvillo sobre la lana blanca un viento muy
fuerte se puso a soplar.
Y polvillo subió alto, muy alto, hasta el cielo que quedo de color azul,
tan azul como.. . como.. . ¡cómo el cielo!
La lana seguía de color blanco, más blanco que nunca. La abuela probó
todas las recetas del libro, inventó el color rojo, el amarillo, el
celeste, hasta el violeta que es un color medio difícil.
La lana siguió siempre blanca, blanca como la nieve pero a Clementina ya
no le importó, compró un montón de pinceles, llamó a los chicos para que
pinten el mundo que desde ese día se llenó de color.
Publicado con autorización de su autora.
Adriana Ballesteros
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