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Los profundos
cambios de la ciencia en el siglo XX han originado una tercera
revolución industrial: la de las nuevas tecnologías, que son
fundamentalmente intelectuales. Esa revolución ha ido
acompañada de un nuevo avance de la mundialización y ha
sentado las bases de una economía del conocimiento, en la que
éste desempeña un papel fundamental en el desarrollo y las
transformaciones sociales.
Hay que señalar que
información no es lo mismo que conocimiento. La sociedad de la
información en gestación —que será el tema central de la
Cumbre Mundial de Túnez (16-18 de noviembre de este año)- sólo
cobrará su pleno sentido si propicia el surgimiento de
sociedades del conocimiento pluralistas y participativas, que
sepan integrar en vez de excluir.
¿Será el siglo XXI
testigo del auge de sociedades en las que se comparta el
conocimiento? En las sociedades caracterizadas por el
aprendizaje no tendría que haber exclusiones porque el
conocimiento es un bien común al que todos deben tener acceso.
El conocimiento
tiene dos características notables: su no rivalidad y —una vez
que ha expirado el plazo de protección garantizado por el
derecho de propiedad intelectual— su no exclusividad. La
primera de estas características ilustra una propiedad del
saber que ya puso de relieve Thomas Jefferson: el hecho de que
una persona haga uso de un conocimiento no impide que otra lo
utilice también. La segunda característica significa que toda
persona puede utilizar libremente un conocimiento de dominio
público.
Sabemos que el
desarrollo de sociedades en las que se aprovechen
compartidamente los conocimientos es la vía que nos permitirá
luchar eficazmente contra la pobreza, prevenir graves peligros
para la salud, reducir las terribles pérdidas humanas
ocasionadas por maremotos y huracanes, y promover un
desarrollo sostenible.
Sin embargo, hay
varios obstáculos que se oponen a las sociedades del
conocimiento compartido:
-
La brecha
digital. Hoy en día, el hecho de no estar conectado a la
Red supone verse privado del acceso a múltiples
conocimientos. Si bien es cierto que el número de
internautas aumenta sin cesar y asciende ya a la cifra de
1.000 millones, hay todavía en el mundo 2.000 millones de
personas privadas de electricidad y el 75% de la población
del planeta no tiene acceso, o muy poco, a los medios de
telecomunicación básicos.
-
La brecha
cognitiva, mucho más honda y antigua, que no sólo traza
una divisoria profunda entre los países del hemisferio Norte
y los del Sur, sino también dentro de cada sociedad.
-
La
concentración del conocimiento y de las inversiones
importantes en los campos de la ciencia y la educación. Unos
y otras se agrupan en áreas geográficas reducidas, agravando
la fuga de cerebros de los países del hemisferio Sur hacia
los del Norte, entre los países del Norte y también entre
los países del Sur.
-
El
agravamiento de disparidades sociales, nacionales,
urbanas, familiares, sociales y culturales que afectan a un
gran número de países, así como la persistencia de las
desigualdades entre los sexos. La proporción de niñas y
jóvenes del mundo sin escolarizar se eleva a un 29% y las
mujeres están insuficientemente representadas en el ámbito
científico.
Para superar estos
obstáculos, las naciones van a tener que invertir en
educación, investigación, fomento de la información y
desarrollo de "sociedades del aprendizaje". Aquellos que no
inviertan suficientemente en conocimiento y en educación y
ciencia de calidad pondrán en peligro su futuro.
¿Podrán los países
del Sur crear sociedades del conocimiento? ¿No son éstas un
lujo exclusivo de las naciones del Norte? Bien se podría
responder con las palabras de Abraham Lincoln: "Si creen que
el conocimiento es caro, piensen cuánto puede costar la
ignorancia".
Copyright Clarín y Koichiro
Matsuura, 2005
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