Problema serio.
Que no es uno.
Porque si se plantea el problema del tiempo
para leer es que no existe el deseo. Pues si
se mira de cerca, nadie tiene nunca tiempo para
leer. Ni los niños, ni los adolescentes,
ni los mayores. La vida es un estorbo perpetuo
para la lectura.
—¿Leer? Me gustaría mucho,
pero el trabajo, los hijos, la casa, ya no tengo
tiempo...
—¡Cómo envidio que usted
tenga tiempo para leer!
¿Y por qué esta mujer, que trabaja,
hace compras, cría a sus hijos, conduce
su auto, ama a tres hombres, va al dentista,
se muda la semana próxima, encuentra
tiempo para leer, y este casto rentista soltero
no?
El tiempo para leer es siempre tiempo robado.
(De la misma manera que lo es el tiempo de escribir
o e tiempo de amar).
¿Robado a qué?
Digamos que al deber de vivir.
El tiempo de leer, como el tiempo de amar, expanden
el tiempo de vivir.
Si tuviésemos que enfrentar el amor desde
el punto de vista de nuestra agenda, ¿quién
se arriesgaría a ello? ¿Quién
tiene tiempo para estar enamorado? Y sin embargo,
¿alguien ha visto alguna vez a un enamorado
que no se tome el tiempo de amar?
Yo nunca he tenido tiempo para leer, pero nada,
jamás, ha podido impedirme terminar una
novela que amara.
La lectura no tiene que ver con la organización
social del tiempo; es una manera de ser, como
el amor.
Daniel
Pennac * |