Marcel Proust escribió: “Quizá no hubo días en
nuestra infancia (en nuestra vida) más plenamente vividos que
aquellos que creíamos dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos
con nuestro libro favorito”.
Cuando revisamos la biografía lectora de la
mayoría de los que contamos más de 40 años, los libros de
Julio Verne, con La isla misteriosa como título mítico que aún
hoy continúa fascinando a los lectores, algunos libros de
Salgari, de
Stevenson,
Mark Twain,
Edgar Allan Poe y su
imperdible El escarabajo de oro y solo unos pocos autores más,
aparecen sistemáticamente en quienes hoy son adultos lectores.
Todos ellos pertenecen a lo que ha dado en llamarse literatura
de aventuras y viajes, y ya, pueden considerarse clásicos de
la literatura.
La aventura, ha estado con nosotros casi desde
que el hombre aprendió a comunicarse. Ya en las pinturas
rupestres, toscamente pintadas en las rocas de las cavernas
aparecen los torpes dibujos de hombres cazando. Las cacerías;
los viajes de las tribus nómadas hacia nuevas tierras; el
descubrimiento de lugares inexplorados, enfrentando las
fuerzas de la Naturaleza aún desconocidas, son a no dudarlo
“Aventura” Y junto a ella surgen el desasosiego, la
maravilla, la sorpresa, el peligro y la búsqueda.
Sabemos que la curiosidad, impulsa al ser
humano más allá de sus miedos, alentándolo a superar
obstáculos y desarrollar nuevas capacidades. Tanto la
curiosidad como la búsqueda constituyen gran parte de nuestra
vida. Queremos conocer el mundo, conocernos a nosotros mismos,
saber de nuestros orígenes, del origen de la Tierra y del
origen de la vida.
La literatura de aventuras es aquella que pone
en juego la curiosidad del hombre.
El género de aventuras comprende todo el ciclo
de hazañas que distingue el tradicional itinerario mítico,
desde las gestas de la antigua caballería hasta la búsqueda de
tesoros, pasando por todas aquellas peripecias que
popularizaron las historietas o comics con títulos como “El
zorro”, “El capitán Trueno”, “Mort zinder” y “Nippur de Lagash”
y la aparición de un gran número de personajes arquetípicos
(mosqueteros, piratas, exploradores, pioneros, paladines,
descubridores etc.)
Podemos decir que, en líneas generales, el
itinerario de la aventura discurre por paisajes exóticos, y
pintorescos. Es en este horizonte, pleno de sugerencias
simbólicas, donde el héroe puede medirse valerosamente con lo
extraordinario, lo peligroso e incluso con lo sobrenatural,
cumpliendo así con las normas fijadas desde tiempos antiguos
por la mitología.
Emparentada con la literatura heroica, cuenta
con un protagonista que al emprender la aventura, debe
enfrentar distintos desafíos y cuando regresa de su aventura
(o viaje) lo hace con una visión diferente de la vida,
transformado, maduro, con un mayor conocimiento de sí mismo.
Podríamos concluir que el desencadenante de todo esto es la
curiosidad.
Dado que se trata de un modelo dramático, no se
encuentra incluido en él una ambientación específica, por lo
que también corresponde incorporar al género de aventuras
argumentos de inspiración policíaca, histórica o bélica.
Tal vez, Literatura de Aventuras y Lectores
siempre se cruzan porque curiosidad y aventura son el motor de
nuestra vida.
Prof. Mirta Rodríguez |