El origen
del libro se remonta a más de 5 mil años. En la prehistoria se encuentran
sus primeras manifestaciones. En él han quedado registrados los grandes
acontecimientos sociales, políticos y culturales de la humanidad.
El primer
libro escrito que se conoce data del año 3000 a.C. y es atribuido a los
sumerios de Mesopotamia.
Arcilla
blanda, cocidos posteriormente en hornos, tablillas enceradas, papiro
fueron algunos de los elementos de los que el hombre de valió para legar
su cultura.
La
producción de libros se amplió gracias a la fabricación del papel, y con
él aparecieron otros medios de producción más rápidos y económicos. Pero
la demanda y el gran desarrollo del libro, hizo que estos sistemas
resultaran insuficientes para reproducir los manuscritos.
Durante el
Renacimiento se producen importantes cambios en la tecnología de
producción de libros. La invención de la Imprenta en el siglo XV marcó un
momento histórico como pocos, permitió la impresión de grandes cantidades
de libros, los cuales pudieron llegar a más estratos sociales, y la
cultura se difundió enormemente más allá de las fronteras. Gracias a ella,
la revolución tecnológica, se hizo posible y la imprenta también
evolucionó: avances en la tipografía, fotografía y la electrónica, las
técnicas de impresión.
En la
actualidad, los libros llegan a todos rincones del mundo; hay títulos para
todos los gustos, los costos se han reducido, los materiales, formatos,
propuestas y la calidad de los contenidos también son variables. La
sociedad, cada vez más afectada por el consumismo, también consume libros.
Muestras,
exposiciones, presentaciones de autores, encuentros literarios, talleres,
ferias de libros, congresos, foros de ilustradores, editoriales y editores
se dan cita año a año en diversos países para brindar al lector un abanico
de posibilidades que conforman el mercado editorial.
En
Argentina, “La feria del libro de Buenos Aires” es considerada como uno de
los eventos culturales y editoriales más importantes de Latinoamérica;
actuando como un lugar de encuentro entre autores, editores, libreros,
distribuidores, educadores, bibliotecarios, científicos y más de 1.200.000
lectores de todo el mundo. A esta Feria, desde hace dieciocho años, se ha
sumado otra, “La Feria del Libro Infantil y Juvenil”, 400.000 personas la visitaron este
año desde su inauguración, el 16 de julio, hasta el momento de cierre 3 de
agosto; muchos chicos mirando y decidiendo qué llevarse de las mesas con
propuestas de las principales editoriales, La Isla de los Pájaros colmada en torno al sofá destinado al maestro
cuentacuentos, rincones de lectura, espacios para pintar, dibujar y jugar
fueron el paisaje en el Centro de Exposiciones. Situaciones similares, se
viven todos los años, en distintos rincones del país: Trelew, ya está
preparando su “III Ferifiesta del libro y la cultura”, la de Rosario ya
está en marcha (por hacer mención de algunas) distintas localidades
realizan pequeñas ferias y muestras, incluso las escuelas invitan autores,
narradores y presentan stands de venta.
Sin
embargo, por otro lado, las estadísticas demuestran que cada vez se lee
menos. Los resultados de la encuesta sobre hábitos de lectura son
decepcionantes: tenemos una media de lectura de 1,8 libros al año.
Tal vez sea
necesario tomar conciencia de que en nuestro país la brecha social es tan
profunda, la precariedad en la que crecen la mayoría de los ciudadanos es
tan dura, que los esfuerzos no alcanzan y que si el costo de un libro
supera el 10% del presupuesto familiar, será muy difícil optar por él
cuando compite con un día de alimento familiar; de que el encuentro entre
un libro y el lector no es todo lo que se necesita para formar lectores;
de que los problemas sociales son multicausales, y resolverlos implica no
sólo la decisión política desde el área educativa, sino el compromiso del
estado en su conjunto y obviamente, inversión y presupuesto para alcanzar
los objetivos propuestos.
Gabriela H. Maggi
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