Maestros cubanos opinan que la escuela debe estimular el conocimiento

Dora Pérez y Margarita Barrio

En un mundo tecnológicamente deslumbrante, radicalmente cambiante y socialmente complejo, la escuela cubana debe ser una estimuladora insaciable del conocimiento, debe adaptar el ser humano a las máquinas sin desconfigurar su alma .

Un niño que nazca hoy será un profesional en 2030. Parece que falta mucho tiempo, sin embargo, como dice el trovador Silvio Rodríguez, «el mundo tiene aún muy corta edad». En esos años transitará por diversas escuelas, pasará por una amplia gama de maestros y se formará definitivamente su personalidad. La sociedad y la familia influirán en él. Mientras, continuarán los cambios climáticos, el desarrollo de la Cibernética, las exploraciones al fondo del mar y a las más altas cumbres; y la cultura, la política y la economía seguirán sus caminos.

A los maestros de hoy les toca formar a los que entonces los sustituirán. De ellos depende que esos hombres y mujeres que mañana tal vez decidan rumbos, o hagan descubrimientos trascendentales, o simplemente formen a los que vienen detrás, tengan las herramientas necesarias para enfrentar su reto.

¿Cómo debe ser ese maestro? ¿Qué virtudes tiene que poseer? ¿Cuánta cultura necesita tener? ¿Quiénes lo preparan hoy?

En busca de respuestas conversamos con un grupo de maestros en ejercicio, de diversas edades y habilidades docentes, quienes aportaron sus opiniones y experiencias personales.

Una experiencia

«Me levanto súper temprano para llegar a la escuela y dar un buen ejemplo en cuanto a asistencia y puntualidad. Allí paso el día entero. Llego a las cuatro y media a mi casa, y con tremenda rapidez me preparo para ir a la universidad.

«Todos los días es más o menos lo mismo. No tengo mucho tiempo libre, porque debo estudiar cantidad. La autopreparación para las clases es muy importante. Las clases tradicionales tienen que echarse a un lado, ahora deben ser con las nuevas tecnologías, y eso sí lleva tiempo.

«Es imposible que esté lista en 45 minutos, pues debo consultar los softwares educativos y analizar los videos.

«Estos adelantos son muy buenos, permiten una mejor comprensión por parte de los alumnos. Sin embargo, el hecho de que los muchachos reciban tanta información es también un reto para nosotros, porque debemos estar preparados para las preguntas más inusitadas».

Así contó a las reporteras Yuneisi Padilla, graduada del primer curso de formación emergente de la Escuela Revolución Húngara de 1919, de Melena del Sur.

Con solo 22 años, esta joven ya lleva seis al frente de un aula de la Escuela Primaria Fernando Alfonso Torice (Morúa), del municipio capitalino de Arroyo Naranjo, y precisa que el maestro de estos tiempos debe ser sacrificado, abnegado, con convicciones y que debe creer en lo que está haciendo, pese a todo. Yuneisi estudia quinto año de Licenciatura en Psicología. Sin embargo no abandonará el magisterio cuando termine su carrera, pues adora su actual profesión.

«Me gusta realmente ser maestra, y lo digo dondequiera. Cada día llego al aula con nuevos bríos, y pese a las limitaciones que tenemos en las escuelas me emociona esa carrera.

«Cuando terminé la secundaria básica fue una batalla muy ardua con mi familia. Ellos decían que eso era mucho sacrificio, que no se pagaba con nada. Pero a mí me parece que si todos pensáramos igual, ¿quién iba a enseñar, a preparar a las generaciones futuras?».

Yuneisi recuerda que el primer día que llegó a la escuela donde labora, le hicieron un gran recibimiento. «Ya conocía a mi tutora, a la directora, y todavía me acuerdo del pudín y el refresco con que me agasajaron.

«Solo los padres, al saber que yo era una estudiante, se molestaron. Pero mi tutora les dijo que ella también, en algún momento había sido emergente. Ahora ellos también me quieren mucho».

La tradición pedagógica cubana

«Hay principios pedagógicos que vienen de José de la Luz y Caballero, Félix Varela y José Martí, que todavía son válidos para formar a nuestros educadores», asegura Mariana King Smith, profesora de la Facultad de Educación Infantil del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, quien laboró durante 15 años como maestra primaria.

«Esos principios se muestran en los jóvenes que actualmente formamos, que pese a las situaciones que tenemos han dado el paso adelante, y se han desarrollado. No podemos decir que a la perfección, pero con interés y entusiasmo han dedicado a esta profesión su adolescencia. Comenzaron muy jóvenes en las aulas, con apenas 16 años, pero con una responsabilidad como si fueran maestros de mucha experiencia».

—¿Cuál es el mayor desafío que debe enfrentar un maestro?

—Lo mas difícil es quizá la incomprensión de los que no saben qué es enseñar, que implica ser madre, padre, educador, trabajador social, y sobre todo reunir valores positivos para poder formar a las nuevas generaciones.

«Estos muchachos, pese a su juventud, se han ganado a la familia, y sobre todo a nuestros niños».

—Hay un refrán que asegura que «La letra con sangre entran». ¿Qué opina usted?

El cariño de los niños hay que merecerlo. Solo con esa buena relación se logran disciplina y buenos hábitos de estudio. Foto: Angelito Baldrich

—Las letras entran con mucho amor. En las aulas hay diversidad, no solo en cuanto al conocimiento, sino a las necesidades que tenemos. Siempre hay niños tristes, enfermos, o que no tienen el desarrollo cognitivo muy elevado, y con mucho amor es que se logra el aprendizaje.

Coralia Hernández Estrada también dedica su tiempo a formar a los jóvenes maestros. En la sede municipal de Arroyo Naranjo atiende la habilitación pedagógica que se imparte a los profesores emergentes que cursan carreras no pedagógicas, como una manera de prepararlos para el trabajo que realizan diariamente en las escuelas.

«Me gradué de Psicología-Pedagogía en el Varona, y comencé a trabajar en ese mismo Instituto Superior Pedagógico en la Facultad de Primaria, y también laboré como maestra primaria, durante cinco años».

—¿Qué opina del plan de Maestros Emergentes?

—Es una idea muy inteligente. Primero, garantizó los grupos de 20 estudiantes en las escuelas, por ejemplo, cuando yo impartí primer grado, tenía 35 niños, eso es muy complicado. Tener menos alumnos te permite darle una atención diferenciada a cada uno, cubrir sus expectativas.

«Además, ese programa da la posibilidad a muchos jóvenes de tener una profesión, que les sirve para su crecimiento humano, aparte de acceder a la universidad.

«Los maestros emergentes reciben una buena preparación. Hoy estaba viendo a los muchachos de la primera graduación, y pude apreciar el crecimiento que han tenido, que se nota en la manera de comportarse, de expresarse, ya son grandes... como decimos nosotros, y eso lo da tanto el estudio universitario como el trabajo de maestros».

—¿Cómo debe ser un maestro cubano?

—Lo primero es tener mucho compromiso con la situación del país en el campo de la educación. Para mí la enseñanza es sagrada, pienso que así deben pensar todos los maestros.

«Los niños que tiene delante son el futuro, y debe extraerles todas sus potencialidades, desarrollarlas tanto en valores como en conocimientos, en actitud social, en todos los aspectos, ser una persona preparada integralmente.

«El maestro tiene que trabajar con la familia de sus alumnos, porque ahora hay mucha diversidad en las posibilidades económicas de cada hogar. Debe saber qué hacer independientemente del lugar social que ocupe esa familia, para que se cumpla el objetivo de la enseñanza, y en las escuelas no haya diferencias entre unos y otros niños».

Opiniones de emergentes

 Los niños son el futuro y hay que extraerles todas sus potencialidades, desarrollarlas tanto en valores como en conocimientos.

Aunque todavía son muy jóvenes, los «emergentes» tienen una clara concepción de cómo debe ser un maestro de estos tiempos en Cuba. Para llegar a este paradigma se han nutrido de numerosas vivencias contadas por aquellos que tienen mayor edad. Y no falta tampoco su propia experiencia como alumnos, pues tienen cercano aún el recuerdo del «profe» de la primaria y la secundaria.

Unos quieren imitarlos; otros aspiran a ser mejores o simplemente diferentes, pues alguien dijo que «cada maestro tiene su librito».

Para Michael Orlando lo principal es tener conocimientos y educación, lo cual debe estar matizado por el amor y los principios éticos que le hagan saber y cumplir con la educación cubana, con los preceptos martianos.

«Debe educar y enseñar, que no es lo mismo. Una cosa es la instrucción, proporcionarle conocimientos, y otra es ilustrarlo para la vida, que sea amigo, compañero, que tenga en definitiva los mejores valores».

La consagración es para Carlos Diego Oljales de la Cruz la virtud fundamental de un educador, porque debe entregarse al trabajo sin reservas. En su afán porque los niños aprendan más, él busca formulas novedosas para que los pioneros se acerquen al conocimiento. Aunque estos cuentan con las nuevas tecnologías, este joven maestro apuesta por los círculos de interés como una alternativa muy efectiva, que los muchachos disfrutan mientras aprenden.

«Durante dos cursos he sido guía base de la Organización de Pioneros José Martí, y he probado esa experiencia en mi escuela. La Historia es más atractiva si se insta a la investigación, al debate, a buscar otros materiales en las bibliotecas, en las enciclopedias digitales, y si pones un documental o una película sobre un hecho histórico, entonces será todavía mayor el aprendizaje».

Vanessa Toledo Mesa compara al menor con un libro en blanco. En él todos los factores irán influyendo —el maestro, la familia, el medio donde vive—. Las influencias deben ser buenas, hay que ofrecerles un buen ejemplo.

«El cariño de los niños hay que merecerlo. Acercarse a cada uno de ellos, atenderlos, ser su amigo, su confidente, solo con esa buena relación se logra disciplina en el aula y buenos hábitos de estudio.

«No basta con tener muchos conocimientos, si no eres un buen comunicador no lograrás transmitirlos y los muchachos no aprenderán todo lo que se espera. Los maestros de otras generaciones no tuvieron esta competencia. Nuestros alumnos ven en los programas educativos de la televisión a los mejores comunicadores, alguien que no solo es especialista en su materia, sino que además no tiene miedo de pararse frente a una cámara y explicar una clase a un público que no está frente a él. Ese es un reto que debemos asumir nosotros».

Para Yosnaldi Milis ser maestro es la profesión más importante, porque integra sin querer toda la gama de carreras que existen. «Él es un comunicador, un médico, un artista, un psicólogo... sin querer, cuando nos ponemos a pensar en eso, el maestro ejerce todas esas funciones, el buen maestro, al que le gusta en realidad lo que hace».

Este joven de 22 años, estudiante de Comunicación Social, trabaja en una escuela de un barrio marginal en el municipio de Boyeros. Su trabajo de educador ha trascendido a sus alumnos para llegar también a sus familiares.

«Mis reuniones no son solo para enumerar las dificultades de los niños. Son amenas, lo que llamamos Escuela de Padres. Es un espacio para intercambiar conmigo experiencias que los van a ayudar a desempeñarse mejor con sus hijos.

«Ellos lo necesitan mucho, porque a veces quieren lograr cosas con sus pequeños y no pueden, porque no tienen los elementos necesarios. Por eso me he propuesto hacer reuniones que contribuyan a prepararlos para ese rol».

Aunque Sandy Carbonell Ramos es maestro emergente, graduado de la primera hornada, ya dedica su experiencia a preparar a los que hoy se forman en la escuela 8 de Octubre.

«Les digo que no tengan miedo, porque viví esa experiencia, y aunque no tengo muchos años de trabajo, creen en lo que les digo, porque pasé hace muy poco por esa etapa».

—¿Qué recuerdas de los primeros días en la escuela?

—Me costó mucho trabajo empezar. No era muy comunicativo, era de la gente que prefería escribir en lugar de hablar. Pero los niños siempre te llevan a lo más sensible, y te hacen desbordar la fantasía, la alegría que uno lleva por dentro, que tal vez ocultas en la adolescencia para parecer mayor».

Un maestro no puede cesar en su autopreparación. Eso lo ha entendido muy bien Sandy, quien asegura estar siempre ávido de consejos de los más experimentados, pues él es uno de los más jóvenes de su escuela. «Y me sigo preparando, mis ansias de saber no tienen límites».

Modelo a seguir

Seguir la moda es motivación propia de los jóvenes. Sin embargo, la escuela merece un respeto especial. Además, si se habla de formar en valores correctos a los más pequeños, la manera de vestir, de hablar, de andar, de llevar el pelo, debe ser también cuidada por quienes son encargados de educarlos.

«A mí, en la escuela, a veces me critican por mi forma de vestir. Dicen que tengo 22 años, y que parezco una vieja, porque voy con sayas por la rodilla o con una blusa cerrada. Y yo me digo: ¿cómo voy a ir vestida, si soy maestra?».

Quien así habla es Yuneisi Padilla quien, a pesar de su juventud y belleza, lleva a sus alumnos una imagen que sin apartarla de la moda, no la muestra de manera que pueda ser rechazada por la familia de sus educandos.

«A veces me han elogiado, porque nunca voy con la barriga afuera o una blusa de tirantes escandalosa. Eso es importante, porque los niños de ahora son muy despiertos, y están al tanto de todas esas cosas. A ellos también les exijo que no vayan con “calienticos”, ni shores muy cortos a la Educación Física. Eso se llama respeto».

Coincide con Yuneisi su colega Yosnaldi Milis, quien asegura que los maestros son el espejo en que se miran los niños.

«El docente tiene que ser muy cuidadoso en su forma de hablar, de expresarse, de vestirse, porque todos los ojos están encima de ti. Si eres un buen maestro, aún más, porque muchos quieren imitarte, los niños, los padres y hasta el resto de los maestros. Por eso hay que procurar no caer en la extravagancia, que a veces desvirtúa u opaca ciertos valores.

«Particularmente pienso que las ideas no cambian con la forma de vestir, pero no todo el mundo lo cree así, y debemos adecuarnos a la sociedad, no ella a nosotros».

Con su experiencia de maestra de maestros, Coralia Hernández Estrada asegura que a la familia se la gana con profesionalidad, pero la apariencia del educador tiene su peso en el criterio que se formen de él.

«Aunque sean jóvenes tratamos de que entiendan que ellos son modelos para los niños. Por tanto la moda no pueden llevarla al extremo. Tienen entre 17 y 18 años, hay que comprenderlos, no se puede pretender que estén alejados de lo que se usa.

«La imagen de la escuela moderna no puede ser la misma de antes. Pero, aunque sean jóvenes no pueden estar con toda la barriga afuera o la ropa muy corta. Ellos lo reconocen, hacen su esfuerzo y van bien vestidos.

«Los adultos sienten temor ante maestros tan jóvenes. A veces no es solo un problema de apariencia, sino de que piensan que tienen poca preparación, y sus hijos no van a aprender. Eso lo cambia el emergente con su actitud: la asistencia, la puntualidad, el trato educado, la calidad de las clases, todo eso propicia un cambio de actitud hacia ellos.

«Los niños quieren mucho a sus maestros, y sienten más afinidad por estos jovencitos que están más cerca de su edad. Ellos juegan, conversan, son más tratables. Cuando el docente sabe ganarse el aprecio de sus estudiantes con profesionalidad, la familia lo acepta perfectamente. Y sabemos de casos de padres que dicen: “quiero que vaya con el emergente”; y pequeños que han estado desde primer grado siguen con él y sus padres no quieren que les “toquen” al maestro, porque su hijo es el primero en defenderlo». 

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