En un mundo
tecnológicamente deslumbrante, radicalmente cambiante y socialmente
complejo, la escuela cubana debe ser una estimuladora insaciable del
conocimiento, debe adaptar el ser humano a las máquinas sin
desconfigurar su alma .
Un niño que nazca
hoy será un profesional en 2030. Parece que falta mucho tiempo, sin
embargo, como dice el trovador Silvio Rodríguez, «el mundo tiene
aún muy corta edad». En esos años transitará por diversas
escuelas, pasará por una amplia gama de maestros y se formará
definitivamente su personalidad. La sociedad y la familia influirán
en él. Mientras, continuarán los cambios climáticos, el desarrollo
de la Cibernética, las exploraciones al fondo del mar y a las más
altas cumbres; y la cultura, la política y la economía seguirán sus
caminos.
A los maestros de
hoy les toca formar a los que entonces los sustituirán. De ellos
depende que esos hombres y mujeres que mañana tal vez decidan
rumbos, o hagan descubrimientos trascendentales, o simplemente
formen a los que vienen detrás, tengan las herramientas necesarias
para enfrentar su reto.
¿Cómo debe ser ese
maestro? ¿Qué virtudes tiene que poseer? ¿Cuánta cultura necesita
tener? ¿Quiénes lo preparan hoy?
En busca de
respuestas conversamos con un grupo de maestros en ejercicio, de
diversas edades y habilidades docentes, quienes aportaron sus
opiniones y experiencias personales.
Una experiencia
«Me levanto súper
temprano para llegar a la escuela y dar un buen ejemplo en cuanto a
asistencia y puntualidad. Allí paso el día entero. Llego a las
cuatro y media a mi casa, y con tremenda rapidez me preparo para ir
a la universidad.
«Todos los días es
más o menos lo mismo. No tengo mucho tiempo libre, porque debo
estudiar cantidad. La autopreparación para las clases es muy
importante. Las clases tradicionales tienen que echarse a un lado,
ahora deben ser con las nuevas tecnologías, y eso sí lleva tiempo.
«Es imposible que
esté lista en 45 minutos, pues debo consultar los softwares
educativos y analizar los videos.
«Estos adelantos son
muy buenos, permiten una mejor comprensión por parte de los alumnos.
Sin embargo, el hecho de que los muchachos reciban tanta información
es también un reto para nosotros, porque debemos estar preparados
para las preguntas más inusitadas».
Así contó a las
reporteras Yuneisi Padilla, graduada del primer curso de formación
emergente de la Escuela Revolución Húngara de 1919, de Melena del
Sur.
Con solo 22 años,
esta joven ya lleva seis al frente de un aula de la Escuela Primaria
Fernando Alfonso Torice (Morúa), del municipio capitalino de Arroyo
Naranjo, y precisa que el maestro de estos tiempos debe ser
sacrificado, abnegado, con convicciones y que debe creer en lo que
está haciendo, pese a todo. Yuneisi estudia quinto año de
Licenciatura en Psicología. Sin embargo no abandonará el magisterio
cuando termine su carrera, pues adora su actual profesión.
«Me gusta realmente
ser maestra, y lo digo dondequiera. Cada día llego al aula con
nuevos bríos, y pese a las limitaciones que tenemos en las escuelas
me emociona esa carrera.
«Cuando terminé la
secundaria básica fue una batalla muy ardua con mi familia. Ellos
decían que eso era mucho sacrificio, que no se pagaba con nada. Pero
a mí me parece que si todos pensáramos igual, ¿quién iba a enseñar,
a preparar a las generaciones futuras?».
Yuneisi recuerda que
el primer día que llegó a la escuela donde labora, le hicieron un
gran recibimiento. «Ya conocía a mi tutora, a la directora, y
todavía me acuerdo del pudín y el refresco con que me agasajaron.
«Solo los padres, al
saber que yo era una estudiante, se molestaron. Pero mi tutora les
dijo que ella también, en algún momento había sido emergente. Ahora
ellos también me quieren mucho».
La tradición pedagógica
cubana
«Hay principios
pedagógicos que vienen de José de la Luz y Caballero, Félix Varela y
José Martí, que todavía son válidos para formar a nuestros
educadores», asegura Mariana King Smith, profesora de la Facultad de
Educación Infantil del Instituto Superior Pedagógico Enrique José
Varona, quien laboró durante 15 años como maestra primaria.
«Esos principios se
muestran en los jóvenes que actualmente formamos, que pese a las
situaciones que tenemos han dado el paso adelante, y se han
desarrollado. No podemos decir que a la perfección, pero con interés
y entusiasmo han dedicado a esta profesión su adolescencia.
Comenzaron muy jóvenes en las aulas, con apenas 16 años, pero con
una responsabilidad como si fueran maestros de mucha experiencia».
—¿Cuál es el
mayor desafío que debe enfrentar un maestro?
—Lo mas difícil es
quizá la incomprensión de los que no saben qué es enseñar, que
implica ser madre, padre, educador, trabajador social, y sobre todo
reunir valores positivos para poder formar a las nuevas
generaciones.
«Estos muchachos,
pese a su juventud, se han ganado a la familia, y sobre todo a
nuestros niños».
—Hay un refrán
que asegura que «La letra con sangre entran». ¿Qué opina usted?
El cariño de los
niños hay que merecerlo. Solo con esa buena relación se logran
disciplina y buenos hábitos de estudio. Foto:
Angelito Baldrich
—Las letras entran
con mucho amor. En las aulas hay diversidad, no solo en cuanto al
conocimiento, sino a las necesidades que tenemos. Siempre hay niños
tristes, enfermos, o que no tienen el desarrollo cognitivo muy
elevado, y con mucho amor es que se logra el aprendizaje.
Coralia Hernández
Estrada también dedica su tiempo a formar a los jóvenes maestros. En
la sede municipal de Arroyo Naranjo atiende la habilitación
pedagógica que se imparte a los profesores emergentes que cursan
carreras no pedagógicas, como una manera de prepararlos para el
trabajo que realizan diariamente en las escuelas.
«Me gradué de
Psicología-Pedagogía en el Varona, y comencé a trabajar en ese mismo
Instituto Superior Pedagógico en la Facultad de Primaria, y también
laboré como maestra primaria, durante cinco años».
—¿Qué opina del
plan de Maestros Emergentes?
—Es una idea muy
inteligente. Primero, garantizó los grupos de 20 estudiantes en las
escuelas, por ejemplo, cuando yo impartí primer grado, tenía 35
niños, eso es muy complicado. Tener menos alumnos te permite darle
una atención diferenciada a cada uno, cubrir sus expectativas.
«Además, ese
programa da la posibilidad a muchos jóvenes de tener una profesión,
que les sirve para su crecimiento humano, aparte de acceder a la
universidad.
«Los maestros
emergentes reciben una buena preparación. Hoy estaba viendo a los
muchachos de la primera graduación, y pude apreciar el crecimiento
que han tenido, que se nota en la manera de comportarse, de
expresarse, ya son grandes... como decimos nosotros, y eso lo da
tanto el estudio universitario como el trabajo de maestros».
—¿Cómo debe ser
un maestro cubano?
—Lo primero es tener
mucho compromiso con la situación del país en el campo de la
educación. Para mí la enseñanza es sagrada, pienso que así deben
pensar todos los maestros.
«Los niños que tiene
delante son el futuro, y debe extraerles todas sus potencialidades,
desarrollarlas tanto en valores como en conocimientos, en actitud
social, en todos los aspectos, ser una persona preparada
integralmente.
«El maestro tiene
que trabajar con la familia de sus alumnos, porque ahora hay mucha
diversidad en las posibilidades económicas de cada hogar. Debe saber
qué hacer independientemente del lugar social que ocupe esa familia,
para que se cumpla el objetivo de la enseñanza, y en las escuelas no
haya diferencias entre unos y otros niños».
Opiniones de emergentes
Los niños son el
futuro y hay que extraerles todas sus potencialidades,
desarrollarlas tanto en valores como en conocimientos.
Aunque todavía son
muy jóvenes, los «emergentes» tienen una clara concepción de cómo
debe ser un maestro de estos tiempos en Cuba. Para llegar a este
paradigma se han nutrido de numerosas vivencias contadas por
aquellos que tienen mayor edad. Y no falta tampoco su propia
experiencia como alumnos, pues tienen cercano aún el recuerdo del «profe»
de la primaria y la secundaria.
Unos quieren
imitarlos; otros aspiran a ser mejores o simplemente diferentes,
pues alguien dijo que «cada maestro tiene su librito».
Para Michael Orlando
lo principal es tener conocimientos y educación, lo cual debe estar
matizado por el amor y los principios éticos que le hagan saber y
cumplir con la educación cubana, con los preceptos martianos.
«Debe educar y
enseñar, que no es lo mismo. Una cosa es la instrucción,
proporcionarle conocimientos, y otra es ilustrarlo para la vida, que
sea amigo, compañero, que tenga en definitiva los mejores valores».
La consagración es
para Carlos Diego Oljales de la Cruz la virtud fundamental de un
educador, porque debe entregarse al trabajo sin reservas. En su afán
porque los niños aprendan más, él busca formulas novedosas para que
los pioneros se acerquen al conocimiento. Aunque estos cuentan con
las nuevas tecnologías, este joven maestro apuesta por los círculos
de interés como una alternativa muy efectiva, que los muchachos
disfrutan mientras aprenden.
«Durante dos cursos
he sido guía base de la Organización de Pioneros José Martí, y he
probado esa experiencia en mi escuela. La Historia es más atractiva
si se insta a la investigación, al debate, a buscar otros materiales
en las bibliotecas, en las enciclopedias digitales, y si pones un
documental o una película sobre un hecho histórico, entonces será
todavía mayor el aprendizaje».
Vanessa Toledo Mesa
compara al menor con un libro en blanco. En él todos los factores
irán influyendo —el maestro, la familia, el medio donde vive—. Las
influencias deben ser buenas, hay que ofrecerles un buen ejemplo.
«El cariño de los
niños hay que merecerlo. Acercarse a cada uno de ellos, atenderlos,
ser su amigo, su confidente, solo con esa buena relación se logra
disciplina en el aula y buenos hábitos de estudio.
«No basta con tener
muchos conocimientos, si no eres un buen comunicador no lograrás
transmitirlos y los muchachos no aprenderán todo lo que se espera.
Los maestros de otras generaciones no tuvieron esta competencia.
Nuestros alumnos ven en los programas educativos de la televisión a
los mejores comunicadores, alguien que no solo es especialista en su
materia, sino que además no tiene miedo de pararse frente a una
cámara y explicar una clase a un público que no está frente a él.
Ese es un reto que debemos asumir nosotros».
Para Yosnaldi Milis
ser maestro es la profesión más importante, porque integra sin
querer toda la gama de carreras que existen. «Él es un comunicador,
un médico, un artista, un psicólogo... sin querer, cuando nos
ponemos a pensar en eso, el maestro ejerce todas esas funciones, el
buen maestro, al que le gusta en realidad lo que hace».
Este joven de 22
años, estudiante de Comunicación Social, trabaja en una escuela de
un barrio marginal en el municipio de Boyeros. Su trabajo de
educador ha trascendido a sus alumnos para llegar también a sus
familiares.
«Mis reuniones no
son solo para enumerar las dificultades de los niños. Son amenas, lo
que llamamos Escuela de Padres. Es un espacio para intercambiar
conmigo experiencias que los van a ayudar a desempeñarse mejor con
sus hijos.
«Ellos lo necesitan
mucho, porque a veces quieren lograr cosas con sus pequeños y no
pueden, porque no tienen los elementos necesarios. Por eso me he
propuesto hacer reuniones que contribuyan a prepararlos para ese
rol».
Aunque Sandy
Carbonell Ramos es maestro emergente, graduado de la primera
hornada, ya dedica su experiencia a preparar a los que hoy se forman
en la escuela 8 de Octubre.
«Les digo que no
tengan miedo, porque viví esa experiencia, y aunque no tengo muchos
años de trabajo, creen en lo que les digo, porque pasé hace muy poco
por esa etapa».
—¿Qué recuerdas
de los primeros días en la escuela?
—Me costó mucho
trabajo empezar. No era muy comunicativo, era de la gente que
prefería escribir en lugar de hablar. Pero los niños siempre te
llevan a lo más sensible, y te hacen desbordar la fantasía, la
alegría que uno lleva por dentro, que tal vez ocultas en la
adolescencia para parecer mayor».
Un maestro no puede
cesar en su autopreparación. Eso lo ha entendido muy bien Sandy,
quien asegura estar siempre ávido de consejos de los más
experimentados, pues él es uno de los más jóvenes de su escuela. «Y
me sigo preparando, mis ansias de saber no tienen límites».
Modelo a seguir
Seguir la moda es
motivación propia de los jóvenes. Sin embargo, la escuela merece un
respeto especial. Además, si se habla de formar en valores correctos
a los más pequeños, la manera de vestir, de hablar, de andar, de
llevar el pelo, debe ser también cuidada por quienes son encargados
de educarlos.
«A mí, en la
escuela, a veces me critican por mi forma de vestir. Dicen que tengo
22 años, y que parezco una vieja, porque voy con sayas por la
rodilla o con una blusa cerrada. Y yo me digo: ¿cómo voy a ir
vestida, si soy maestra?».
Quien así habla es
Yuneisi Padilla quien, a pesar de su juventud y belleza, lleva a sus
alumnos una imagen que sin apartarla de la moda, no la muestra de
manera que pueda ser rechazada por la familia de sus educandos.
«A veces me han
elogiado, porque nunca voy con la barriga afuera o una blusa de
tirantes escandalosa. Eso es importante, porque los niños de ahora
son muy despiertos, y están al tanto de todas esas cosas. A ellos
también les exijo que no vayan con “calienticos”, ni shores muy
cortos a la Educación Física. Eso se llama respeto».
Coincide con Yuneisi
su colega Yosnaldi Milis, quien asegura que los maestros son el
espejo en que se miran los niños.
«El docente tiene
que ser muy cuidadoso en su forma de hablar, de expresarse, de
vestirse, porque todos los ojos están encima de ti. Si eres un buen
maestro, aún más, porque muchos quieren imitarte, los niños, los
padres y hasta el resto de los maestros. Por eso hay que procurar no
caer en la extravagancia, que a veces desvirtúa u opaca ciertos
valores.
«Particularmente
pienso que las ideas no cambian con la forma de vestir, pero no todo
el mundo lo cree así, y debemos adecuarnos a la sociedad, no ella a
nosotros».
Con su experiencia
de maestra de maestros, Coralia Hernández Estrada asegura que a la
familia se la gana con profesionalidad, pero la apariencia del
educador tiene su peso en el criterio que se formen de él.
«Aunque sean jóvenes
tratamos de que entiendan que ellos son modelos para los niños. Por
tanto la moda no pueden llevarla al extremo. Tienen entre 17 y 18
años, hay que comprenderlos, no se puede pretender que estén
alejados de lo que se usa.
«La imagen de la
escuela moderna no puede ser la misma de antes. Pero, aunque sean
jóvenes no pueden estar con toda la barriga afuera o la ropa muy
corta. Ellos lo reconocen, hacen su esfuerzo y van bien vestidos.
«Los adultos sienten
temor ante maestros tan jóvenes. A veces no es solo un problema de
apariencia, sino de que piensan que tienen poca preparación, y sus
hijos no van a aprender. Eso lo cambia el emergente con su actitud:
la asistencia, la puntualidad, el trato educado, la calidad de las
clases, todo eso propicia un cambio de actitud hacia ellos.
«Los niños quieren
mucho a sus maestros, y sienten más afinidad por estos jovencitos
que están más cerca de su edad. Ellos juegan, conversan, son más
tratables. Cuando el docente sabe ganarse el aprecio de sus
estudiantes con profesionalidad, la familia lo acepta perfectamente.
Y sabemos de casos de padres que dicen: “quiero que vaya con el
emergente”; y pequeños que han estado desde primer grado siguen con
él y sus padres no quieren que les “toquen” al maestro, porque su
hijo es el primero en defenderlo». |