Desde
hace algunas décadas, la temática de “la lectura”, se ha
convertido en preocupación en distintos ámbitos. La invasión de
imágenes en los impresos, la televisión y recientemente el monitor
de las computadoras parece amenazar el dominio del libro y la
palabra escrita como elemento de comunicación humana. Los
docentes, en distintos ámbitos plantean su preocupación por la
falta de lectura o el escaso interés de los niños hacia los
libros, que instantáneamente trasladan a sus familias.
Esta
falta de interés, constituye una contradicción con la masiva
concurrencia que año tras año se viene registrando en la Feria del
Libro de Buenos Aires u otros encuentros similares en distintos
lugares del mundo.
Una
mirada al pasado puede ser útil para brindar un contexto adecuado
a la problemática. En la evolución humana, el tiempo de la
lectura, constituye un breve intervalo. Desde los millones de años
en que el Homo Sapiens hizo su aparición en la tierra, la
tecnología de la lectura, apenas ha existido en apenas 6000 años,
y sólo se ha generalizado entre la población en los últimos 150.
Durante la mayoría de su historia, el texto escrito ha reservado a
una escasa minoría social (sacerdotes, funcionarios y
especialistas) encargada de custodiar lo sagrado o esotérico.
Debemos a
los griegos, la concepción del texto como asociado a la cultura y
el conocimiento. La escritura permitía transmisiones exactas sin
necesidad de acudir a la memoria y nos daba la posibilidad de
acumular conocimientos, aportando a lo ya escrito nuevas teorías
(surgen las primeras bibliotecas y la Biblioteca de Alejandría,
como máxima expresión de acumulación del saber humano).
Los
romanos, son encargados de un nuevo aporte tecnológico: surgen las
hojas de papel y los cuadernillos (en reemplazo del papiro y el
rollo de información).
Durante
la Edad Media, el libro, seguía confinado al espacio sagrado. Los
monjes, en ocultos monasterios copiaban a mano ejemplares únicos.
Las salas de lectura a la que pocos podían acceder guardaban
ejemplares de gran tamaño, por lo general encadenados a muebles y
paredes El libro resultaba altamente valorado pero de circulación
limitada (por su valor económico y por la poca difusión de la
lectura).
Con el
desarrollo del comercio y la llegada de la imprenta, se produce la
verdadera revolución. La imprenta transformó la cultura. Permitió
la difusión de los escritos a través de copias múltiples de un
mismo texto. Sin embargo, en los primeros momentos, el libro
circulaba entre un público reducido ya que la mayoría de la
población no sabía ni leer ni escribir. La cultura popular,
continuaba siendo oral. Recién cuando el texto llega a las capas
sociales más bajas, podemos hablar de un real cambio cultural. En
un principio, se buscaba que todas las personas supieran leer para
acercarse a Dios, a través de la lectura de la Biblia.
Entre el
siglo XVIII y el XIX, se pasó de la lectura y relectura de pocos
textos a la aparición de una lectura extensiva, en muchos casos
sin relectura. El texto pasó de de lo sagrado (limitado a una
elite) a lo descartable (el periódico) y generalizado (se buscó la
alfabetización universal). La lectura se vuelve importante y
necesaria incluso para quienes no saben leer, ya que escuchan
lecturas en voz alta insertadas en los programas de radio.
Que otros se jacten de las páginas que han
escrito; a mi me enorgullecen las que he leído.
Jorge Luis Borges |
El libro
y la lectura hoy:
Después
de 150 años de dominio del texto escrito, cuando el libro y la
lectura, no haban alcanzado una generalización plena en sociedades
en vías de desarrollo y la lucha contra el analfabetismo, continúa
presentando un desafío; el universo de los multimedia, la
globalización, las telecomunicaciones, la televisión, las
computadoras personales e Internet, modifican la forma de leer, de
acceder a la información y a la comunicación.
Las
discusiones en torno a la lectura, incluso llegan a presentar a
los avances tecnológicos como una enfermedad capaz de destruir el
libro y la lectura.
No
podemos desconocer que el concepto de lectura se ha modificado.
Las TIC (nuevas tecnologías de la comunicación y la información)
lejos de alejarnos del texto y la lectura, los revalorizan.
“No se puede aprender a usar una computadora
si no se sabe utilizar un libro... La computadora es el
reino del escrito, el reino de la civilización del alfabeto”
Humberto Eco |
Las TICs
permiten la combinación de texto, imágenes (esto no es nuevo,
bastará con ver los clásicos cuentos infantiles) y sonidos; lo que
resulta revolucionario es que ante una computadora, nos
encontramos frente a hipertextos (textos que se abren a otros
textos). Lecturas que se van encadenando y pueden conducirnos,
según nuestros intereses o necesidades por distintas ramas del
conocimiento. La aparición de este tipo de lecturas, ha generado
cambios en los procesos psicológicos, desinterés por los
argumentos complejos, la lectura parcial y algunas veces
descontextualizada.
La
masificación del Televisor como entretenimiento que genera
pasividad a partir de lectura de imágenes, no puede ser ignorada.
Sin
embargo, el número de lectores crece y si mantenemos vivas otras
alternativas, si nos convertimos en mediadores de textos, si
brindamos a los lectores la posibilidad de elegir, de relacionar,
de pelearse con los libros, el disfrute por la lectura también
crecerá.
Intentando esclarecer la situación de la lectura en Argentina, la
revista Ñ, realizó una encuesta: “Los argentinos y los libros”
que intenta esclarecer la relación que en el país mantienen las
personas y los libros. A partir de ella, además de información
referida a hábitos lectores de compra, selección de libros,
autores y temáticas que han captado el interés de los argentinos
en los últimos seis meses; podemos vislumbrar, la relación entre
la lectura, los niveles socioeconómicos y las posibilidades de
ascenso social.
Desafortunadamente, el descenso social de la población, se ha
visto acompañado por un menor acceso a la lectura.
Los
lectores, si bien consideran que leen menos que hace diez años
(con una media de lectura de un libro cada dos meses), lo hacen
mayoritariamente leen por placer y adjudican esta disminución de
lectura a la falta de tiempo. Entre los autores argentinos,
preferidos por los argentinos, se encuentran (en este orden):
Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortazar, José Hernández
y Jorge Bucal. Con relación a las temáticas: Cuentos y novelas,
manuales, poesías, crónicas y biografías. Los títulos y autores
más leídos y vendidos en Argentina son: Jorge Luis Borges: “El
Aleph” y “El libro de arena”; Paulo Cohelo: “El Alquimista” y
“Once minutos”; Gabriel García Márquez: “Cien años de soledad” y
“Crónica de una muerte anunciada”; Ernesto Sábato “El tunel” y
“Sobre héroes y tumbas”
Tampoco
debemos dejar de mencionar a quienes confunden autores, obras y
nacionalidades, haciéndonos pensar que tal vez los libros han sido
comprados para llenar estantes de un librero pero no para engrosar
una biblioteca.
Prof.
Mirta Rodriguez |