Emilio
Tenti Fanfani es uno de los más prestigiosos especialistas en
educación. Es licenciado en Ciencias Políticas y Sociales por
la Universidad de Cuyo, con posgrado en Francia, investigador
independiente del Conicet, profesor titular en la Facultad de
Ciencias Sociales de la UBA y consultor del Instituto
Internacional de Planeamiento de la Educación de la Unesco. Su
hipótesis es que a buena parte de la sociedad le importan más
los títulos que el conocimiento adquirido. En tal sentido,
cree que un problema central de la educación argentina es que
no existe hambre de conocimiento.
Tenti
Fanfani ha publicado libros y trabajos como El arte del buen
maestro (1999), Una escuela para los adolescentes (1998) y La
condición docente (2005). Opina que es más fácil repartir
computadoras que enseñar a usarlas. Sus investigaciones lo
llevan a afirmar que el sistema educativo argentino no está a
la altura de las circunstancias y que los docentes tienen un
desconocimiento profundo de sus alumnos.
Respecto
del actual ministro de Educación, Daniel Filmus, y de su
mutación de intelectual a político, Tenti Fanfani expresó: “En
el campo intelectual, no tenemos por qué negociar. Tenemos que
escuchar, argumentar y criticar. En el campo intelectual, lo
que vale es la coherencia lógica. En política no existe el
principio de coherencia lógica. Como ministro, Filmus hace un
juego distinto del que hace un académico".
-¿O
sea que el intelectual que se convierte en funcionario pierde?
-No:
tiene que cambiar de juego. Y él lo sabe hacer muy bien,
porque negocia. La política es eso.
-¿Le
parece buena o mala la nueva ley federal de educación?
-Es el
resultado de una negociación, a partir de compromisos de
sectores que tienen intereses distintos: las escuelas, por un
lado; la Iglesia, por otro; los prestadores privados, por
otro. En este sentido, el estilo Filmus responde a la política
moderna. Me parece que una política para una sociedad
pluralista debe ser así. Por eso digo que dejo la coherencia
lógica para el campo intelectual. Las dictaduras, los
regímenes totalitarios, son totalmente homogéneos y coherentes
en su ideología. En las democracias, hay intereses
contradictorios.
-En un
mundo en el que la tecnología es un arma fundamental, muchos
docentes no parecen conocer nada sobre ella. Por lo tanto, no
pueden transmitirla...
-
Creo que hay que distinguir entre el acceso a los recursos
materiales de la tecnología -por ejemplo, a una computadora- y
el acceso al conocimiento necesario para hacer uso de esa
computadora. Es más fácil darle una computadora a cada maestro
que enseñarle a usarla. Es como si simplemente repartiéramos
un cuadro de Picasso a cada uno. Hoy en día, por tres pesos,
cualquier argentino puede bajar de Internet la música de Bach.
O sea que Bach está democratizado. Pero el paladar para poder
apreciar la música de Bach no se puede repartir: requiere todo
un aprendizaje.
-Sobre
la computadora, los alumnos saben más que los maestros...
-Sin
embargo, no hay que olvidar que es una herramienta, es decir,
un medio. El alumno sabe encenderla, apagarla, etcétera, pero
no tiene criterio, por ejemplo, para buscar. Hacer un uso
racional de la computadora requiere una cultura.
-¿Hay
un desfase entre la preparación de los docentes y la situación
social?
-El
sistema educativo no está a la altura de la circunstancias.
Nosotros tenemos una escuela primaria y secundaria de más de
cien años. Tuvimos, por suerte, un desarrollo temprano del
sistema educativo, pero ahora esa historia se convierte en una
jaula de hierro. Como diría Max Weber, somos prisioneros de
nuestra historia. Los sistemas educativos son estructuralmente
conservadores. Yo todavía doy clases en la Universidad en un
salón que tiene bancos largos de hierro, que determinan una
relación docente-alumno de hace cincuenta años. No puedo armar
grupos porque no es posible mover esos bancos: son
inflexibles. Esas cosas me limitan. También tenemos
reglamentos antiguos y docentes antiguos. Ahora bien: esto no
se arregla con cursitos de capacitación.
-¿Y
cómo se arregla?
-Tenemos
que definir cuál va a ser el perfil del maestro de la sociedad
de hoy y del futuro, porque se necesita tiempo para formar un
maestro. Una de las ventajas que le veo a la nueva ley es la
creación del Instituto Nacional de Formación Docente, ente
nacional dependiente del Ministerio de Educación de la Nación.
Hoy hay cerca de 1500 institutos de formación docente en el
país, sin ningún tipo de regulación. Me cuesta creer que
tengamos recursos humanos como para ofrecer mil quinientas
"fábricas" de maestros.
-Ser
maestro parece ser el camino más corto para encontrar trabajo.
-Como vía
de acceso al trabajo, es lo más rápido que hay. En una
encuesta que realizamos aparecía un buen porcentaje que
declaraba haber conseguido trabajo incluso seis meses antes de
haberse graduado. El resto lo había conseguido, como máximo,
al año de haberse recibido.
-Cosa
que no les pasa a los médicos...
-Ni a los
ingenieros, claro. Ha habido un proceso de masificación de la
escolaridad, y hubo que producir maestros. Hubo que fabricar
maestros en forma muy acelerada, pero no sabemos cuál es la
calidad de esos docentes: no hay evaluaciones al respecto.
-En
sus trabajos, usted sostiene que ya no existe la figura del
niñito ignorante frente al maestro sabelotodo.
-Creo que
el principal problema que tienen ahora los maestros con
respecto a los chicos es que no los conocen. Han sido tan
grandes los cambios en la culturas juveniles que los maestros
tienen un desconocimiento profundo de los niños y jóvenes que
circulan por las aulas, y lo desconocido causa temor.
Entonces, muchos docentes, lamentablemente, llegan a la
conclusión de que a los chicos de hoy no les interesa nada.
Esta es una frase reiterada, que he escuchado en México, en la
Argentina y en cada seminario al que voy. Siempre hay alguien
que levanta la mano y dice: a los chicos de hoy no les
interesa nada. ¡Es una frase terrible!
-¿Qué
responde usted en estos casos?
-La
respuesta inmediata es ésta: no les interesa nada de lo que
usted les está contando. ¿Usted cree que puede existir un ser
vivo al que no le interese nada? ¿Usted puede creer que no
existe hoy, en Buenos Aires, en el Gran Buenos Aires, en las
villas, un chico al que no le interesen el fútbol y el sexo,
una chica a la que no le interesen el amor, el dinero, el rock
o la música? Si yo no tengo una relación de comunicación, veo
al otro como a un monstruo, alguien a quien no le interesa
nada, cuyos valores son disvalores. El otro se da cuenta de
eso y tampoco va a reconocer mis valores. Para que haya
pedagogía, el otro me tiene que querer y me tiene que creer.
Si el alumno no le cree al maestro, todo es en vano.
-¿Muchos docentes argentinos están más preocupados por la
conducta que por la creatividad?
-En el
campo político, decía Marx, son los desposeídos los portadores
de un proyecto revolucionario, y no los propietarios de los
medios de producción. En cambio, en el campo intelectual son
los más ricos. Los que van a hacer la revolución son los más
ricos en cultura. Ellos serán los más creativos, los más
innovadores, los más transformadores.
-¿Entonces los sectores más humildes están condenados?
-Las
clases medias todavía se conforman con que el nene pase de
grado. Piensan que si pasó de grado y tiene buenas notas va
bien. Y resulta que estos chicos son incapaces de leer un
texto, no pueden comunicarse por escrito, no conocen los
elementos básicos del cálculo ni la lógica de las
proporciones, etc . Las clases medias todavía persiguen
el diploma. Es más: el sistema educativo de América latina, y
también los dirigentes políticos, han insistido en esto
último, porque es más fácil escolarizar a la población que
desarrollar conocimiento. Mi hipótesis es que no hay
demandarle conocimiento. No existe un hambre biológica de
conocimiento. A diferencia del hambre a secas, el hambre de
conocimiento es cultural.
-¿El
conocimiento se está convirtiendo en un bien para pocos?
-Sí: el
conocimiento es un capital. Esto significa que es una riqueza,
que crea riqueza. Si es así, ¿por qué pensamos que se va a
distribuir de forma igualitaria? En la época precapitalista,
el capital fundamental era la tierra. Y no se repartió nunca.
Asimismo, el capital económico-financiero tampoco se ha
repartido jamás igualitariamente. ¿Por qué se va a repartir
entonces el conocimiento, que es un capital? El conocimiento
no se puede distribuir como la tierra. Es posible, como hace
Evo Morales, llegar al poder respaldado por la mayoría y
repartir la tierra. Pero si yo llego al poder, no puedo
repartir el conocimiento.
Any Ventura
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