“Me siento en la entrada del paraíso”
Palabras de Osvaldo Bayer al recibir la “Distinción especial Amigo de las bibliotecas populares” |
“Estoy tocando el cielo con las manos. Me siento como si estuviera en la entrada del paraíso, y no exagero”, confesó el historiador y escritor Osvaldo Bayer a las mil personas que se acercaron ayer por la tarde a la sala José Hernández de La Rural para asistir al acto en el que la Comisión Nacional Protectora de las Bibliotecas Populares (CONABIP) le entregó la “Distinción especial Amigo de las bibliotecas populares”. Y agregó: “Ya había estado en el paraíso a los seis años, el día que mi padre me llevó a la biblioteca pública de Belgrano. Cuando vi tantos libros abrí la boca y los ojos: es que allí estaba todo para mí”. El homenaje, junto a la presentación de los nuevos títulos de la Colección Biblioteca Popular y el cierre de las dos primeras jornadas del Encuentro Nacional 2007 de Bibliotecas Populares, se conjugaron en el contexto de la 33° Feria del Libro de Buenos Aires; y allí estuvieron presentes el periodista Vicente Muleiro, la directora de la CONABIP, María del Carmen Bianchi, y el titular de la Dirección del Libro porteña, Carlos Borro. El autor de La patagonia rebelde fue premiado por “su inestimable aporte a la cultura popular a través de sus obras de investigación histórica y su temprano acercamiento como colaborador a nuestras bibliotecas populares”. Más de 1800 instituciones protegidas por CONABIP cuentan con sus libros, que narran hechos fundamentales de la historia argentina. “Después de que a uno le quemaron los libros, de haber padecido el exilio y las cárceles, esto parece una novela”, dijo el autor de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. “No me quejo –agregó– porque otros queridos amigos perdieron la vida”, y recordó al periodista Rodolfo Walsh, al poeta Haroldo Conti, “a quien cuando hablaba del delta, las isla se les dibujaban en sus pupilas” y a Paco Urondo. También a David Viñas y a Juan Gelman, “que perdieron sus hijos durante la última dictadura”. Las tres bibliotecas que llevan su nombre y una cuarta, que apadrina, son para Bayer sus “títulos de nobleza”, porque su anhelo es que la humanidad llegue a “cumplir el objetivo de Kant: lograr, a través de la cultura, la paz eterna”. “Nuestros dictadores quemaban los libros invocando a ‘Dios, patria y familia’; en eso también somos únicos en el mundo”, ironizó Bayer, y propuso que se debería lograr que “el congreso vote una ley por la cual los censores paguen con sus bienes el costo de las reediciones de los tomos que han quemado”. Bayer destacó que ha sido desde niño, y sigue siendo, “un asiduo visitante de las bibliotecas populares”. Son los padres y los maestros quienes primero deben impulsar a los chicos a la lectura: “si a los seis años empecé a ir casi diariamente a la biblioteca de Belgrano –contó– fue por consejo de mi padre. Cuando me relató todo lo que podría encontrar en esa biblioteca, me hizo soñar”. Sugirió que “deberían darse cursos en escuelas, para los alumnos, y en las bibliotecas para maestros y padres, para enseñarles cuánta riqueza guardan los libros y cuán positivo es el placer del leer”. Destacó al mismo tiempo que la lectura es “esencial” para el desarrollo de la imaginación y la ampliación de la ciudadanía, “porque al leer la persona va creando imágenes y sueños en su interior, sin recogerla de la pantalla”. “Hay que enseñar que el mejor televisor o la mejor computadora es el cerebro de cada uno –afirmó–, mucho más amplio, glorioso, imaginativo. No las imágenes que me presta o regala otro, sino la mía propia. Por supuesto, no hay que prohibir ni asustar a nadie, sino abrirles los ojos y decirles: atención, que en la lectura está el verdadero placer, la verdadera búsqueda, la esencial intimidad.” Identificó como los principales obstáculos en esta tarea a “la desidia y la comodidad”, y ejemplificó: “como esos padres que para tener seguro a su hijo le prenden el televisor”. Y destacó que es importante “hacerles saber a esos padres que eso no es seguridad, sino una especie de calmante o droga”. Nuestra tarea es otra, argumentó, “hay que invitar a todos a leer, con la dulce palabra, con la experiencia: leer es la mejor manera de ‘navegar’, de crear ideas, de crear sueños, de sentirse protagonista, de imitar a los que van marcando sendas”. Terminó dirigiéndose a los asistentes como los verdaderos protagonistas del evento y, levantando la mirada, les dijo: “Queridos bibliotecarios populares, bibliotecarios del pueblo, los admiro, a cada uno, los envidio. Y quisiera que me traten como a un hermano”. |
Gentileza de DL Prensa Cultural |
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