Soneto |
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Fueron a un tiempo mi apagada suerte diminuto dolor, dicha menuda: la vida a un lado me dejó, sin duda; sin duda, a un lado me dejó la muerte…
Temí esa paz que sordamente anuda el nervio fino más vibrante y fuerte; temí que el alma, poco a poco inerte, se me quedara para siempre muda.
Pero el silencio, roto apenas, era acecho inmóvil de escondida fiera… Saltó de pronto en la callada ruta y supe entonces del vivir bravío, tanto, que ahora solamente ansío dolor menudo y dicha diminuta.
Enrique Banch |
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