Cenicienta, No escarmienta


 

Guillermo Saavedra

                 

 ¿Se acuerdan de Cenicienta,

esa pequeña harapienta

cuyas hermanas mugrientas

la trataban de sirvienta?

 

 

Pues bien, una vez casada

con el príncipe y mudada

a su palacio en Posadas

no cambió nada de nada.

 

Se le metió en la cabeza

el furor por la limpieza

y sale a barrer las piezas

con su traje de princesa.

 

Por la mañana temprano,

con un cepillo de mano,

rasquetea a los enanos

del jardín y a los gusanos

que salen a ver que pasa

los lleva hasta la terraza

para sacarles la grasa

con un trocito de gasa.

 

Limpia ventanas y pisos

con el piolín de un chorizo

fabricado por un suizo

coloradito y petiso.

 

Lava ropa, seca platos,

lustra botas y zapatos,

por la tarde baña patos

mientras encera a los gatos.

 

El príncipe Sinforoso,

se empezó a poner nervioso

cuando él se pone mimoso

ella se va a planchar osos.

 

Y es probable que algún día

le diga: “Querida mía

no soportó esta manía”

vete a bañar a tu tía

 

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