Durante una cacería de sus famosas
cacerías, Finn Mc Cumhaill, vió cruzar repentinamente la senda que
seguían, a una hermosa cierva dorada.
Los perros se lanzaran en su
persecución y luego de varias horas, en un fresco valle, la cierva, sin
duda muy cansada por la carrera, se detuvo y cayó al suelo.
Como era de esperar, los perros se
lanzaron hacia ella, pero para asombro del cazador, en lugar de atacarla,
comenzaron a jugar a su alrededor, lamiendo su cara y su cuello.
Finn, asombrado por la situación,
dio órdenes de que nadie la dañara, y todos comenzaron el regreso hacia
el castillo, con la cierva y los perros jugando amorosamente mientras los
seguían.
Esa noche, Finn despertó
sobresaltado. Junto a su cama, la mujer más bella que jamás se hubiera
visto le hablaba: - Yo soy Sadv, - le dijo- soy la cierva que seguiste
hoy. Como no quise brindarle mi amor al druida del Pueblo de las Hadas, me
hechizó condenándome a llevar esa forma, de esto hace ya tres años. Pero
uno de sus esclavos, un buen amigo, me dijo que si lograba despertar la
compasión de algún caballero, recuperaría mi forma original.
Sadv, no solo había logrado la
compasión de Finn, en el momento en que la vio, él se había enamorado
perdidamente de ella.
Juntos vivieron hasta que una
mañana le llegó la noticia de que se avecinaba un ataque por mar; los
Hombres del Norte se encontraban en la bahía de Dublín y venían hacia su
dominio.
Sólo siete días permaneció Finn
fuera de su casa. Al regresar, no vió a Sadv esperándolo, entonces
preguntó a sus sirvientes por ella. el más fiel y servicial, con mucha
pena le dijo: - Anteayer, nos pareció veros llegar, y todos nos
apresuramos hacia el portal, pero en cuanto la Reina Sadv lo cruzó, un
fantasma apareció la cubrió con niebla y en su lugar sólo quedó una cierva
dorada. Los perros la acosaron y no le permitieron volver al portal,
obligándola a huir hacia el bosque. No la volvimos a ver más.
Finn se estrujó las manos, y se
retiró con muchísimo pesar a sus habitaciones, durante siete años la
buscó por toda Irlanda.
Finalmente, siguiendo un rastro de
jabalíes en los montes de Ben Gulbann, oyó que los perros ladraban
furiosamente. Allí descubrió un niño desnudo, de largos cabellos rubios.
Finn y sus hombres alejaron a los
perros, y condujeron al niño al castillo. Cuando pudo hablar, contó que
nunca había conocido a sus padres, sino sólo a una bella cierva dorada,
con quien había vivido en un valle profundo y hermoso hasta que una tarde
descendió una niebla espesa, cubrió a la cierva, y la hizo desaparecer de
su lado.
Finn comprendió que la cierva no
era otra que su amada Sadv, y este niño, su hijo.
Versión: Mirta Rodriguez |