Una Zorra se empeña
en dar una comida a la Cigüeña.
La convidó con tales expresiones,
que anunciaba sin duda provisiones
de lo más excelente y exquisito.
Acepta alegre, va con apetito;
pero encontró en la mesa solamente
jigote claro sobre chata fuente.
En vano a la comida picoteaba,
pues era, para el guiso que miraba,
inútil tenedor su largo pico.
La Zorra, con la lengua y el hocico,
limpió tan bien su fuente, que pudiera
servir de fregatriz si a Holanda fuera.
Mas de allí a poco tiempo, convidada
de la Cigüeña, halla preparada
una redoma de jigote llena.
Allí fue su aflicción; allí su pena:
el hocico goloso al punto asoma
al cuello de la hidrópica redoma;
mas en vano, pues era tan estrecho
cual si por la Cigüeña fuese hecho.
Envidiosa de ver que a conveniencia
chupaba la del pico a su presencia,
vuelve, tienta, discurre,
huele, se desatina, en fin, se aburre.
Marchó rabo entre piernas, tan corrida,
que ni aun tuvo siquiera la salida
de decir: están verdes! como antaño.
También hay para pícaros engaño!
Félix María de Samaniego
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