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Calderos Mágicos:- Ante todo, contanos un poco acerca de tu
persona, para que nuestros lectores puedan conocerte mejor.
Marcela:-
¡Es tan difícil hablar de uno mismo… y más difícil todavía es
escribir! ¿Por qué será que pasa esto? Supongo que tiene que
ver con que en la escritura media la reflexión; entre quienes
se comunican hay pausas, intermitencias, espacios (o como
quieran llamarlos) y uno, de alguna manera, se siente obligado
a ser – o parecer- “profundo e inteligente”. En cambio el
lenguaje hablado es más espontáneo, más relajado, más directo…
No quiero decir con esto que uno se la pase hablando sin
pensar (¡faltaba más!), pero sí es cierto que en la oralidad
valen los titubeos, las contradicciones, los vuelta atrás,
hasta los tartamudeos, les diría. Además, se habla con todo el
cuerpo: con los gestos, las posturas, las miradas y también
con la vestimenta, el peinado y el maquillaje.
En fin, con todo esto quiero decirles que, a esta altura, los
lectores de Los 7 calderos, si en lugar de “leerme” pudieran
verme y escucharme, seguramente ya me habrían conocido un
poco, aunque es rigurosamente cierto que todavía no dije nada
de mí.
De todos modos puedo intentar alguna cosa ( vamos, que no soy
tímida): Me llamo Marcela Ganapol, cuento historias, soy
hincha de Boca, estoy casada con un fotógrafo muy talentoso y
tengo dos hijos maravillosamente adolescentes (je… je…).
Estudié Letras en la UBA y llegué bastante lejos, pero no
terminé la carrera. Estudié Comunicación, pero tampoco
terminé. Estudié periodismo y ejercí el oficio durante doce
años, en medios gráficos y en la radio. Bastante después
estudié Narración Oral en un instituto terciario y ahí sí,
terminé. Desde entonces me dedico apasionadamente a este arte
de contar historias y cada vez más vivo de esto y menos de los
miles de “laburitos” que acostumbro hacer.
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Calderos Mágicos:- ¿Cómo surgió en vos la idea de ser
cuentacuentos o narradora de cuentos?
Marcela:-
Un día, la Directora del Jardín de Infantes al que iba mi hija
me dio un folletito. – “Tomá, esto es justo para vos” – me
dijo. Era una invitación a un Festival de Narración Oral que
organizaba el Instituto ADENO en la Biblioteca Nacional. Yo
jamás había escuchado contar cuentos de manera profesional, en
un escenario; es más, ni siquiera estaba enterada de que
existiera un arte semejante. Sin embargo, movidas por la
curiosidad, allá fuimos con mi hija el domingo siguiente.
Llegamos tarde (¡qué costumbre!) y estaba llenísimo. Me
acuerdo que tuve que sentarme en un rinconcito, sobre un
escalón lateral y subir a mi hija a caballito para que pudiera
ver algo.
Y de pronto, salió al escenario Ana María Bovo y ahí nomás,
“solita con su alma”, empezó a desplegar sus historias. ¡Otra
vez! ¡Qué difícil describirles lo que sentí! Me desplacé a
otro mundo, me dejé llevar al tiempo y al espacio de sus
relatos, al juego de sus personajes… Mágicamente
desaparecieron la incomodidad, el resto del público, hasta el
peso de mi hija en los hombros. Me maté de la risa, me morí de
emoción…
Cuando salimos de la Biblioteca Nacional le dije a mi hija:
-“Eso es lo que yo quiero ser cuando sea grande “ ( y ya era
grande).
Ahí empezó mi camino.
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Calderos Mágicos:- De no haber sido Narradora ¿Qué te hubiera
gustado ser?
Marcela:-
Creo que soy muchas otras cosas además de narradora y además,
todavía me quedan muchas otras cosas por ser. Pero sólo por
contestarles la pregunta, les cuento una intimidad: me
gustaría ser sabia.
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Calderos Mágicos:- ¿Cuándo descubriste que te gustaba narrar
historias?
Marcela:-
Las historias me gustan desde siempre. Fui y soy una lectora
voraz y apasionada, compenetrada hasta el tuétano con las
vicisitudes de los personajes de un buen libro. Pero desde esa
misma tarde que salí de la Biblioteca Nacional empecé a
incursionar en el “mágico mundo” de las historias narradas, de
los relatos orales. Al año siguiente ( 1999) me anoté en el
Instituto Argentino de Narración Oral (ADENO) y al cabo de dos
años me recibí ( sí, terminé!) de Técnica en Narración Oral.
Desde entonces siempre seguí estudiando, con narradores de por
aquí y extranjeros, cuando hay oportunidad. También incursioné
en otras artes afines, que nos ayudan a narrar mejor, como
Expresión Vocal y Corporal, Clown e Improvisación Teatral.
En cada función sigo descubriendo cuánto me gusta contar
historias, sobre todo cuando el público comparte el placer.
Ahí sí es una fiesta.
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Calderos Mágicos:- ¿Con quién aprendiste a narrar? (Vale
retrotraerse a la infancia)
Marcela:-
De a poco fui descubriendo que en mi familia, sobre todo en la
rama femenina, existe una marcada veta histriónica. Tanto mi
mamá como mi hermana son muy graciosas y divertidas a la hora
de contar recuerdos o anécdotas e incluso utilizan un lenguaje
bastante especial, lleno de modismos y giros particulares o
inventados por ellas mismas.
Pero el recuerdo “sagrado”, el de la primera infancia, es el
de mi abuela Sofía, contando cuentos sentada en un sillón, a
al tardecita, y todos los primos a su alrededor, extasiados.
Mi abuela solía inventar historias en las que los
protagonistas éramos mis primos y yo; pero lo que más nos
gustaba y le pedíamos una y otra vez era el relato de la
película “El fantasma de la ópera”.
Todavía hoy me acuerdo de esto cuando les insisto a las mamás,
a las abuelas y a las maestras para que les cuenten cuentos a
sus chicos. Muchas me dicen: “Pero no me va a salir como a
vos” y pienso que verdaderamente no importa. Hoy por hoy yo
no sé si mi abuela contaba bien o mal, si era precisa o se
equivocaba mucho, pero lo que sí llevo en el corazón es ese
momento compartido: las piernas de mi abuela, sus polleras, el
último sol de la tarde y su voz emocionada para transmitirnos
la tragedia del fantasma de la ópera.
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Calderos Mágicos:- ¿Narrás para niños y adultos? En caso
afirmativo ¿Cuál es la diferencia?
Marcela:-
Cuento historias “para todo público” (para chicos y adultos
que se dejan ganar por la magia) y otras que son
exclusivamente para adultos. En cuanto a la forma de narrar,
la diferencia la marca el mismo público. Por lo general los
chicos son más francos y más espontáneos y eso me estimula
para ser yo misma más disparatada y natural. Cuando me dejo
llevar por ese contexto medio caótico que plantean los chicos,
y acepto todos los imponderables y me animo a improvisar,
suelen salir historias divertidísimas que todos disfrutamos
mucho. Son momentos increíbles. En cambio los adultos, por lo
general, son más formales y mi entrega es quizá menos física;
la complicidad se da más a través de las palabras y ciertos
guiños.
El público más difícil es, sin duda, el adolescente, por eso
cuando una función sale bien se disfruta el doble. Cuando uno
entra a un aula de escuela secundaria, normalmente se
encuentra con caras y poses que expresan: “- ¿Nos venís a
contar cuentitos a nosotros? ¿No te diste cuenta de que ya
crecimos?” Es maravilloso ver cómo luego, al calor de las
historias, esas barreras van cayendo y se entregan al juego
con toda su fragilidad adolescente.
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Calderos Mágicos:- ¿Tu principal defecto? ¿Tu mayor virtud?
Marcela:-
Respuesta imposible: no tengo ni idea. Sólo sé que con los
años y la experiencia estoy logrando mi propio estilo como
narradora oral, que es un objetivo que perseguí desde el
principio. No sé si es mejor o peor que otros, pero por lo
menos es personal.
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Calderos Mágicos:- ¿Cómo seleccionas tu repertorio?
Marcela:-
Mi repertorio se va incrementando con los años y se nutre de
todo lo que me gusta, me parece apropiado para ser contado
oralmente y me parece apropiado para ser contado por mí.
Creo que todos los géneros son “narrables”, claro que hay
algunos que se prestan más fácilmente para ser llevados a la
oralidad y otros en los que la adaptación o “traducción”
implica meterse en un berenjenal bárbaro. A veces vale la pena
y a veces no.
Hay textos de tal belleza literaria, de tanta precisión en la
elección de las palabras, que prefiero recomendar directamente
su lectura ( me pasa, por ejemplo, con muchos cuentos de
Borges) y no arriesgarme a cambiar nada.
Por eso me gusta contar, especialmente, cuentos populares de
diversos orígenes, porque son historias que nacieron orales y
conservan esos rasgos, a pesar de que en su mayoría nos llegan
por escrito. Los cuentos populares o folklóricos tienen un
gran despliegue imaginativo y están plagados de circunstancias
y vicisitudes (“pasa de todo”), lo cual me permite agregar
cosas de mi propia cosecha, contemplar la reacción del público
y hacer todo lo que se me ocurra.
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Calderos Mágicos:- ¿Cuál fue el primer cuento que narraste en
público?
Marcela:-
Se llama “El día de campo de Don Chancho” y es de Keiko Kasza.
Todavía lo cuento, utilizando diferentes elementos de
vestuario.
La primera vez estaba tan nerviosa que tenía miedo de que se
escucharan los latidos de mi corazón, me temblaban las manos y
conté el cuento a mil palabras por minuto. Después tuve que
trabajar mucho eso: aprender a respirar, a hacer pausas, a
mirar a la gente y a darle tiempo para ir paso a paso en la
historia. En fin, a disfrutarla juntos.
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Calderos Mágicos:- A través de la repercusión que tienen tus
espectáculos ¿qué es lo que te llega de los que los chicos
encuentran en los mismos?
Marcela:-
Empiezo por el otro lado: los adultos son gente bastante
insondable. Salvo cuando se manifiestan claramente ( riéndose,
por ejemplo) uno por lo general no sabe que hay detrás de sus
expresiones. Me pasó un montón de veces que una persona que
estuvo todo el espectáculo con cara neutra o, incluso, medio
avinagrada, al final se acercara a expresarme cuánto le
gustaron y conmovieron los cuentos.
Esto con los chicos no pasa. Cuando se enganchan te lo
demuestran con todo su cuerpo, participan, se ríen, te comen
con la mirada, luchan junto a los héroes, sufren por la suerte
de las princesas, sienten auténtico miedo cuando aparecen los
monstruos, se relajan (suspiran) cuando las brujas son
derrotadas…
Y al final vienen a abrazarte, te enchastran con besos
pegajosos, te escriben cosas, te convidan un chizzito.
La verdad es que ese intercambio es maravilloso; yo me olvido
de todos los problemas y me siento sumamente afortunada.
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Calderos Mágicos:- ¿Cómo describirías el panorama actual de la
narración oral en Argentina?
Marcela:-
Creo que desde hace 20 o 30 años, y no sólo en nuestro país,
hay un resurgimiento de la narración oral – y yo misma soy
parte de eso – que responde a la necesidad de tanta gente de
volver a comunicarse en forma directa, sencilla, mirándose a
los ojos. Es muy bueno que cada vez más gente disfrute de una
costumbre tan ancestral como es reunirse a contar y escuchar
historias.
También creo que si una persona decide dedicarse a este arte
de manera profesional, asumirlo como un oficio y medio de vida
– y tiene la suerte de contar con el mínimo talento para
hacerlo – debe hacerlo con seriedad: estudiar, formarse,
ensayar y encontrar sus propias historias.
En cuanto al panorama actual, encuentro que entre quienes
formamos parte de la “segunda generación” de narradores orales
( por llamarla de alguna forma, quiero decir, quienes nos
dedicamos a esto desde hace diez años a esta parte) hay
narradores excelentes. Compartí con muchos de ellos el
crecimiento profesional y la verdad es que me siento muy
orgullosa cuando participamos juntos en algún festival o
encuentro.
Pero todavía nos queda mucho por hacer, por suerte ( y también
hay muchos chantas, como en todos lados)
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Calderos Mágicos:- Todos tenemos un sueño… ¿Tenés ganas de
compartir un poquito de tu sueño con nosotras?
Marcela:-
Más que uno, tengo miles de sueños.
Tengo sueños para toda la humanidad ( justicia, trabajo,
dignidad), que seguramente comparto con ustedes y con la
mayoría de los lectores (¿Y por qué será que todo está tan
mal, si todos soñamos lo mismo? ¿Será que por ahora son más
fuertes los sueños de los poderosos?)
Tengo sueños de felicidad y plenitud para mi familia y mis
amigos.
Tengo sueños de amor y planes compartidos con mi marido.
Tengo sueños a corto plazo (mucho trabajo para este año) y a
largo plazo (ir a vivir cerca de las montañas)
Gracias
Marcela!!!!
Viviana
Elda Benitez- Mirta Rodríguez |