Luces interiores

(leyenda guaraní)

 
 

 

Cerca de los Yabebirí y Guñapirú, en lo más cerrado de la noche, suelen verse maravillosas y fantásticas procesiones luminosas.

 

Los lugareños acuden a contemplarlas y no es raro encontrar parejas de enamorados, absortas por el espectáculo atribuido a la presencia de seres misteriosos capaces de transportarnos a mundos de ensueño y fantasía. El espectáculo, por si mismo resulta maravilloso, pero la historia que los lugareños tejen a su alrededor para darle explicación resulta mágica y encantadora.

 

El luminoso ejército de Isandú, es el responsable de este espectáculo maravilloso. Pero mejor paso a contarles todo lo que al respecto me contaron.

 

Resulta que hace mucho, pero mucho tiempo, Isandú era un joven  apuesto y gentil que disfrutaba de la vida en esa región de frondosa vegetación y de fértiles tierras. Generoso de corazón y de comportamiento ejemplar, sumaba a su belleza un conjunto de virtudes que atraían a todas las mujeres del lugar. Casadas o doncellas irremediable y perdidamente se enamoraban de él. Con solo verlo, olvidaban la existencia de otros hombres ya que comenzaban a encontrarlos despreciables en comparación con aquel arquetipo de hermosura y honestidad.

 

Con el correr del tiempo, los otros hombres, desbordados por la olvido, se llenaron de furia hacia él y decidieron hacer algo que pusiera fin a su problema. Se reunieron y a pesar de que nada tenían para acusarlo, ya que no era delito ser virtuoso y  no habían podido pese a sus esfuerzos, torcer su camino; encontraron conveniente eliminarlo fuera como fuera. Había que deshacerse de él a cualquier precio. Otra forma no había de recuperar la atención de las mujeres del lugar.

 

Así fue como los "caria-í" (así se llamaba a los jóvenes del lugar), en un brutal ataque de envidia, decidieron matarlo. Esperaron que se hiciera noche cerrada y  aventurados detrás de los árboles del bosque, lo esperaron para atraparlo por la espalda. Isandú, indefenso recibió veintitrés puñaladas por las que escapó su sangre empapando la tierra. A punto estaba de exhalar su último suspiro cuando las heridas comenzaron a irradiar tenues luces de colores. Los “cari-i” no daban crédito a lo que veían. Las luces se fueron tornando cada vez más brillantes y su cuerpo comenzó a desvanecerse. Poco a poco se fue transformando en un pequeño insecto que irradiaba una luz espectral.

 

Los asesinos, asustados ante el milagro, escaparon angustiados del lugar del crimen, sin embargo, cada noche y durante todas las noches de su vida, y aún después, aquel resplandor les recordó su siniestro accionar.

 

Desde entonces, grupos inmensos de isondúes pueblan de un fantástico resplandor, el bosque durante las noches convirtiéndolo en un paraje encantado. Los espíritus nobles y generosos disfrutan de esta fiesta de luz. Los traicioneros y egoístas, solo pueden ver los fantasmas de su propia maldad.

 

Adaptación: Mirta Rodríguez

 
     
 

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