Foto Extraída del sitio web del autor: www.fernandosorrentino.com.ar

 

Fernando Sorrentino

Reportaje

 

     

 

1.     ¿En qué momento de tu vida comenzaste a escribir y qué cosas te motivaron a hacerlo?

Es como una especie de “proceso natural”, un camino que lleva de ser lector a intentar también uno empezar a escribir. Pero, para hacerlo, es necesario tener instrumentos, tener lecturas, tener madurez y, en términos futbolísticos, “transpirar mucho la camiseta”. Yo fui aprendiendo de a poco. Creo que los tres primeros textos “dignos” que escribí fueron los cuentos “Cosas de vieja”, “Mi amigo Lucas” y “Métodos de la regresión zoológica”. Los anteriores a éstos (y también algunos posteriores) no valen nada, y son realmente para tirar a la basura.

2.     ¿En que momento descubriste que “escribir” textos de ficción era un complemento importante en tu profesión?

En realidad es al revés. Yo estudié Letras, no movido por el ansia de enseñar, sino como una actividad que me permitiría estar en contacto con una cosa muy amada por mí: la literatura. Esto no quita que le deba a la docencia momentos muy agradables. Y hay algo que me ocurre con cierta frecuencia: suelen volver del pasado alumnos que tuve hace veinticinco o treinta años, que me recuerdan con afecto y que hasta me dicen que yo les “abrí la cabeza”, que yo les “enseñé a leer literatura”, etc. Y creo que todo es verdad, pues, cuando a uno le gusta algo con pasión, como es mi caso, puede trasmitirlo con la misma pasión.

Eso sí: yo sólo enseñaba los autores que me gustaban a mí. Por ejemplo, me solazaba con Garcilaso y con Góngora, e ignoraba olímpicamente a Meléndez Valdés y a José Zorrilla, por ejemplo.

 

 

3.     Cuando te sentás a escribir, ¿tenés algún método o motivación especial?

La única motivación es que se me haya ocurrido la idea para una narración. Si no se me ocurrió nada, ni me tomo el trabajo de sentarme: es inútil forzar lo que no viene espontáneamente.

4.     ¿A la hora de escribir un cuento sabés de antemano todo el argumento?

Tengo una idea aproximada de lo que tiene que pasar en el cuento. Pero el resultado final es, indefectiblemente, bastante distinto del plan original. A medida que uno va escribiendo, el mismo texto lo va llevando por otros caminos que el escritor no hubiera imaginado. Bueno, no sé si a todos les pasa lo mismo; a mí sí.

5.     ¿Cómo surgió la posibilidad de escribir y publicar literatura para niños? ¿Te sentís cómodo en este género?

Allá por 1977 yo tenía una narración bastante larga, puesta en boca de un fanfarrón que se jactaba de sus virtudes y de sus hazañas. Y, en un momento dado, se me ocurrió despojarla de las partes non sanctas, que eran bastantes; además, simplifiqué la sintaxis e hice que todo fuera más directo. Le ofrecí el original a María Hortensia Lacau, que lo aceptó muy contenta, y así se publicó Cuentos del Mentiroso, en la extinta Editorial Plus Ultra y en el año 1978. Ese libro tiene la edad (para ser preciso, unos meses más) de mis hijas mellizas, que nacieron en diciembre de ese año.

Por las razones que fueren, Cuentos del Mentiroso es un libro, ¿cómo diré?, muy “duradero”, pues ya tiene casi treinta años, y nunca dejó de reeditarse. Las ediciones recientes son de Norma/Kapelusz.

En cuanto a si me siento cómodo en el género, por supuesto que sí: jamás voy a escribir textos que no me guste escribir.

6.     En Burladores burlados o Cuentos del Mentiroso el humor surge de la exageración y el malentendido. ¿Cuáles son los disparadores para este tipo de historias?

Es que a mí me gusta escribir ese tipo de historias. Yo mismo soy un tipo un poco hiperbólico y un poco histrión. Cuando escribo, me imagino las escenas de un modo teatral; veo los gestos que hacen los personajes, oigo las inflexiones de voz, me represento los ademanes, etc.

7.     Te sabemos un enamorado de Borges. En tus entrevistas con él ¿qué sensaciones viviste? ¿Cómo te sentiste?

Viví las sensaciones de estar frente a, sencillamente, un genio de la literatura. En efecto, estuve, estoy y estaré enamorado de la obra de Borges. Salvo con sus primeros libros de poemas (que no me gustan, porque —salvo uno que otro poema— son duros y sin música), he pasado horas maravillosas leyendo y releyendo sus cuentos y sus ensayos.

Y me sentí como escuchando a una especie de Dios.

8.     A algunos escritores, les cuesta mucho dar por finalizada su obra. ¿Es ese tu caso?

Yo tengo el método de la reescritura. Es decir, cuando llego al final de la primera redacción, la dejo “descansar” algunos días (para olvidarla y poder ver luego sus errores) y después la retomo y la escribo de nuevo de punta a punta. Y eso lo hago unas cuantas veces, hasta que quedo más o menos conforme. Pero, cada vez que he tenido oportunidad de reeditar algún relato anterior, aproveché para volver a corregir pasajes que me parecían defectuosos. Lo cual significa que, en mi caso, un texto estará definitivamente terminado el día en que yo no esté en condiciones físicas o mentales de mejorarlo.

9.     ¿Qué les aconsejarías a quienes empiezan a escribir?

Yo les aconsejaría que traten de arreglarse solos. A mi juicio, constituye un error andar mostrando manuscritos y pidiendo opiniones. Cuanta más gente opina, mayor es la confusión, porque cada opinador va a decir una cosa distinta, y el que pidió ayuda termina volviéndose loco. Yo jamás pedí consejo a nadie. Prefiero ponerme un balde en la cabeza y hacer las cosas a mi manera, y bancarme yo solo los aciertos y los errores.

10.                       Sabemos que todo escritor esconde un gran lector y que, en tu caso, te gusta más leer que escribir. ¿Cuáles son tus autores y títulos preferidos?

Son, exclusivamente, los autores que me han causado placer; ésos son mis amigos. Yo no leo por “sentido del deber”. Por más que los críticos digan que Fulano es excelente, si a mí no me gusta, no lo leo, y me importa un pepino la opinión ajena.

Son tantos los autores que considero mis amigos… Que me han dado tantas horas de placer. Claro que en distintos momentos de mi vida. Por ejemplo, en mi niñez y adolescencia, Dickens era mi ídolo total. Después vinieron otros: ahora, en señal de total devoción, le besaría los pies a Kafka: ¡qué mundo se ha creado, qué construcciones perfectas!

Entre los argentinos (ya nombré a Borges), hay especialmente dos autores que me han proporcionado esos placeres plenos de leer narraciones excelentes: Cortázar y Denevi. Y, en el siglo XIX, soy un devotísimo lector (y hasta estudioso) del Martín Fierro: libro inagotable en matices, en alusiones y en resonancias.

Y, en la vereda de enfrente, ¡cuánto pelafustán inútil que es elogiado por las sectas que se “rejuntan” para tirarse recíprocas flores!

11.                       ¿Cómo te comportás como lector? ¿Qué momentos preferís para relacionarte con la lectura?

Cualquier momento es bueno para leer. Pero vuelvo a una idea anterior: siempre que el libro me guste. Si no me gusta, puedo disponer de todo el tiempo del mundo y de un sillón maravillosamente cómodo, y ese libro no será leído por mí.

12.                       Todos tenemos, sueños, proyectos, inquietudes. Siempre terminamos nuestros reportajes preguntando sobre ellos. ¿Te gustaría compartir algún sueño con nosotras?

Cuando yo tenía veinte y pico de años, y trabajaba como empleado de oficina, consideraba esa existencia realmente espeluznante y me decía “No puede ser que la vida consista en estar siete u ocho horas en compañía de este conjunto de personas, que no saben nada de nada y que sólo hablan de fútbol, de quiniela, de carreras de caballos…”. Y, en efecto, hice todo lo posible (con gran esfuerzo, tuve muchas contras) para que mi vida no fuera así, y creo que lo logré. De modo que, si tuve ese sueño, el sueño de apartarme de ese primitivismo y de poder gozar de la literatura y de escribir y de publicar, lo cierto es que no me quejo. Aunque no he logrado todo lo que habría querido lograr, no puedo negar que he conseguido bastante. Entonces, como suelo decir, con tonito irónico, claro está: “Soy relativamente feliz”.

 

Muchas gracias, Fernando!!!!!!!

 

Mirta Rodríguez- Viviana Elda Benitez

7 Calderos Mágicos

 


 

 

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